Juan Pablo I, nuevo beato de la Iglesia católica: "Con su sonrisa, logró transmitir la bondad del Señor"

Albino Luciani es el quinto Papa del siglo XX que llega a los altares y su festividad litúrgica será celebrada cada 26 de agosto

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Juan Pablo I, 'El Papa de la Sonrisa', ya es nuevo beato de la Iglesia católica. Su festividad litúrgica será celebrada cada 26 de agosto. El Papa Francisco ha presidido este domingo la Santa Misa de Beatificación de Albino Luciani. De este modo, Juan Pablo I se ha convertido en el quinto Papa del siglo XX que llega a los altares, después de Pío X, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II.

Tras el rito de la beatificación y haber escuchado el Evangelio de este domingo, el Papa Francisco dirigió unas palabras a los miles de fieles que se encontraban en la Plaza de San Pedro, miles de peregrinos llegados desde todas partes de Italia.



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EFE/EPA/RICCARDO ANTIMIANI


La homilía del Papa Francisco

Reflexionando sobre el Evangelio, Francisco ha subrayado que “ir con Jesús significa seguirlo, es decir ser sus discípulos. Sin embargo, a estas personas el Señor les hace un discurso poco atractivo y muy exigente: el que no lo ama más que a sus seres queridos, el que no carga con su cruz, el que no renuncia a todo lo que posee no puede ser su discípulo. ¿Por qué Jesús dirige esas palabras a la multitud?”

“Podemos imaginar que muchos habían quedado fascinados por sus palabras y asombrados por los gestos que [Jesús] realizó; y por tanto, habían visto en Él una esperanza para su futuro”, ha dicho el Santo Padre, que ha advertido además de aquellos que aprovechan de nuestros “momentos de crisis personal y social” o cuando estamos más “expuestos a sentimientos de rabia” y nos prometen ser “el salvador que resolverá los problemas, mientras en realidad lo que quiere es que su aceptación y su poder aumenten”.



"Él no instrumentaliza nuestras necesidades"

Jesús no actúa de de ese modo. El estilo de Dios es distinto, porque Él no instrumentaliza nuestras necesidades, no usa nunca nuestras debilidades para engrandecerse a sí mismo. Él no quiere seducirnos con el engaño, no quiere distribuir alegrías baratas ni le interesan las mareas humanas”, ha subrayado el Papa.

Al contrario, según Francisco, Jesús “en vez de dejarse atraer por el encanto de la popularidad, pide que cada uno discierna con atención las motivaciones que le llevan a seguirlo y las consecuencias que eso implica”.
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"Somos objeto, por parte de Dios, de un amor que nunca decae"

“Detrás de una perfecta apariencia religiosa se puede esconder la mera satisfacción de las propias necesidades, la búsqueda del prestigio personal, el deseo de tener una posición, de tener las cosas bajo control, el ansia de ocupar espacios y obtener privilegios, y la aspiración de recibir reconocimientos, entre otras cosas. Se puede llegar a instrumentalizar a Dios para obtener todo esto. Pero no es el estilo de Jesús. Y no puede ser el estilo del discípulo y de la Iglesia”, ha continuado el Papa.

Francisco ha recordado unas palabras del Papa Luciani, “somos objeto, por parte de Dios, de un amor que nunca decae”, y ha subrayado que este amor “no se eclipsa nunca en nuestra vida, resplandece siempre sobre nosotros e ilumina también las noches más oscuras. Y entonces, mirando al Crucificado, estamos llamados a la altura de ese amor: a purificarnos de nuestras ideas distorsionadas sobre Dios y de nuestras cerrazones, a amarlo a Él y a los demás, en la Iglesia y en la sociedad, también a aquello que no piensan como nosotros, e incluso a los enemigos”.




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Juan Pablo I: "Con su sonrisa logró transmitir la bonda del Señor"

El Pontífice recordó que el nuevo beato, Juan Pablo I, vivió “con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo. Él encarnó la pobreza del discípulo, que no implica sólo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio “yo” en el centro y buscar la propia gloria. Por el contrario, siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde. Se consideraba a sí mismo como el polvo sobre el cual Dios se había dignado escribir”.

Con su sonrisa, el Papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, sereno y sonriente, que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada ni es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado”, dijo el Papa.

Francisco, al final de la homilía, pidió a Juan Pablo “que nos obtenga “la sonrisa del alma”; supliquemos, con sus palabras, aquello que él mismo solía pedir: “Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero hazme como tú me deseas” (Audiencia General, 13 septiembre 1978)”



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