La Iglesia de México se une a las familias que buscan a sus hijos desaparecidos, víctimas del narcotráfico y la violencia

Según fuentes el Gobierno de México, el país acumula más de 125 mil personas desaparecidas. Frente a esta tragedia, la Iglesia se ha sumado a la tarea de búsqueda, aportando a las familias los “buzones de la paz”

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Redacción Religión

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En México, más de 200 grupos de madres y padres recorren el país con palas y picos para buscar a sus hijos y familiares desaparecidos a lo largo de los años, víctimas muchos de ellos de la creciente criminalidad que sufre el país.

Lo hacen sin esperar mucho de las autoridades, guiados por datos anónimos que apuntan a posibles fosas clandestinas. La angustia y el dolor los impulsan a seguir adelante, incluso en condiciones extremas, con la esperanza de hallar algún rastro que les permita cerrar el duelo.

Desde 2006, el país acumula más de 125 mil personas desaparecidas, según cifras oficiales de la Secretaría de Gobernación. Frente a esta tragedia, la Iglesia junto a otras organizaciones, se ha sumado a la tarea de acompañar a las familias, aportando consuelo, logística y espacios para la denuncia anónima a través de los llamados “buzones de la paz”.

Los buzones de la esperanza

El obispo auxiliar de la Archidiócesis de México, Francisco Javier Acero, impulsa esta iniciativa como parte del trabajo pastoral. Explica que los buzones están instalados en parroquias para que, de forma anónima, la ciudadanía indique sitios donde ha visto movimientos sospechosos. Esa información se analiza mensualmente con los grupos de buscadores, y en varias ocasiones ha permitido descubrir cuerpos enterrados o incluso casas donde había personas secuestradas.

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El “rancho del horror” y la indignación eclesial

Uno de los episodios más crudos de este drama ocurrió el pasado mes de marzo, cuando estas familias hallaron un antiguo campo de entrenamiento del crimen organizado en Teuchitlán, Jalisco. El lugar, rebautizado como “rancho del horror”, contenía restos óseos calcinados y más de 1800 objetos personales, como ropa y mochilas. Pese a denuncias previas, las autoridades habían ignorado el sitio, lo que desató la ira de las familias.

Los obispos mexicanos manifestaron su indignación ante estos hechos y exhortó al Estado a asumir su responsabilidad, especialmente a cortar la connivencia entre el narcotráfico y sectores del poder político.

Tendiendo puentes para la paz

Francisco Javier Acero participa activamente en reuniones mensuales con las familias y promueve el diálogo con las autoridades del país. “Queremos tender puentes, no generar polarización. Pero tememos que el movimiento se ideologice. Nosotros lo hacemos por el Evangelio”, afirma. Insiste en que los funcionarios deben escuchar de verdad a las familias, y que las soluciones deben partir de una estructura estatal más eficiente y humana.

Las madres también piden gestos simbólicos, como que los sacerdotes mencionen los nombres de los desaparecidos en las liturgias. En algunas regiones, obispos y párrocos ya acompañan discretamente a las familias para no ponerlas en riesgo. El obispo auxiliar de México propone avanzar hacia una mayor coordinación eclesial, fortaleciendo redes entre diócesis para apoyar esta causa común: devolverles a las familias algo de la dignidad y esperanza que el crimen les ha arrebatado.

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