La revolución contracultural de la consagración: "En un mundo secularizado, hacer visible a Dios"

El arzobispo Argüello recuerda que hubo un tiempo en que quitarse el distintivo de ser sacerdote fue revolucionador, un cambio en la vida de la Iglesia

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Los medios de comunicación han reflejado, a medias, algunas de las palabras que el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, expresó en la homilía de dos ordenaciones diaconales el pasado domingo. “Yo animaba a los dos diáconos a una propuesta entusiasmante de revolución cultural al hilo de lo que pasa en una ordenación de diáconos”, ha indicado, recordando que en esa celebración el candidato hace “promesa de celibato para toda la vida, hace promesa de obediencia, se compromete a orar la Liturgia de las Horas desde que sale el sol hasta el ocaso, y recibe una vestidura nueva”.

Así, de esta manera, ha explicado los titulares que le calificaban de “revolucionador de la sotana”. “Yo he tratado, como el día de la iniciación de mi ministerio en Valladolid, de ponerlo en relación con la vida social, de hacer un diálogo cultural”, ha expresado.

“En este momento es verdaderamente revolucionario una propuesta ante la banalización de la sexualidad del amor célibe, recuperando el significado esponsal del cuerpo. Porque todos tenemos cuerpo, y todo nuestro cuerpo es esponsal. El de todos, el de todas”, ha dicho sobre el celibato. Ante la obediencia, “en un tiempo de autonomía y derecho a decidir, pensamos que la verdad nos hace libres, y la obediencia a la verdad nos hace libres”. Ante la oración, ha recordado esa necesidad de “contar con Dios, incluso en los momentos difíciles de la vida poderlos abordar desde esta convicción”.

En este contexto, en su homilía y también en la rueda de prensa, ha recordado que “hubo un tiempo, que yo viví no siendo cura (porque ya tengo mis años), en que quitarse la sotana, quitarse el distintivo de ser sacerdote, tuvo un componente revolucionario, de un cambio en la vida de la Iglesia”. Así, ha explicado que dijo esto en la homilía “al hilo de la imposición de un traje, que es la dalmática y la estola al modo diaconal, que no solamente hay que ser diácono en el interior de la Iglesia sino diácono, presbítero, fuera (…)".

Desde mi experiencia persona, antes y después de ser obispo: “Ciertamente ha habido en muchos viajes personas que me han pedido hablar conmigo por ser cura y que me han pedido la confesión”. Así, ha explicado lo que vivió este verano en el Encuentro de Laicos de Parroquia en Barcelona en el que participaron 800 personas: “Cada uno llevaba un distintivo, y uno preguntó: ¿Quiénes son los curas? Y pusieron una chapa, un distintivo para conocer quiénes eran los curas. Pero si tú llevases el color blanco (el cleryman) ya no haría falta que te pusieran” un distintivo.

Así que para el secretario general de la CEE, la propuesta puede parecer trasnochada y sin embargo, “nos parece de una grandísima actualidad, en un mundo secularizado hacer visible a Dios; en un mundo de banalización de la sexualidad afirmar la potencia del amor célibe; en un mundo de autonomía, y al mismo tiempo de soledad, de desvinculación en el que cada uno decide los suyo, una obediencia en común. Hasta en la vida pública decimos una obediencia en común, que es la Constitución o los Derechos humanos. Esa es la propuesta y yo creo que es entusiasmante”.

“Y si este video lo ve algún chaval o alguna chavala, le digo: Anímate, porque esto merece la pena”, ha terminado, como hizo también al final de la celebración de ordenaciones diaconales en Valladolid.

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