La reacción de un niño de siete años enfermo de cáncer cuando acudió con su familia a Lourdes: "Es el Cielo"

Al pequeño Antonio le detectaron un tumor de higado con tan solo siete años, pero su actitud frente a la enfermedad marcó a sus familiares

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Antonio nació en Palermo y desde bien pronto mostró una gran preocupación por los demás niños. Cuidaba que todos sus compañeros tuvieran su bocadillo en los recreos y, si no era así, compartía el suyo. Enrico y Alice eran sus mejores amigos de clase. Ambos tenían una discapacidad intelectual.Por ello, Antonio les explicaba las lecciones con paciencia, ya que no podían seguir el ritmo del resto.

Con apenas siete años, al pequeño Antonio le detectan un tumor en el hígado. Necesitaba un transplante. Para que apareciera un donante cuanto antes, su familia y allegados rezaban cada día, especialmente cuando los padres hallaron en la capilla del hospital un folleto con la Coronilla de la Divina Misericordia, a quien oraban de manera insistente.

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Cuando las enfermeras accedían a las habitaciones y el resto de niños comenzaban a llorar, Antonio pedía a su madre que acudiera a consolarles. Pero Antonio era consciente de su difícil situación. De hecho, un día, tomó la Cruz de San Benito en sus manos, la apretó bien fuerte, y comenzó a gritar en voz alta: "Jesús, ¿dónde estás? Siempre he creído en ti, pero si no me ayudas ahora, ¡ya no te creo!”

Tras superar este periodo de negación, se calmó. El transplante finalmente llegó. Todo había salido bien pero, un mes después, un TAC reveló que Antonio tenía metástasis en los pulmones, por lo que inició el tratamiento de quimioterapia.

En la visita a Lourdes, Antonio se sentía en el Cielo

Durante aquel tiempo, Antonio hacía muchas preguntas: “¿Cómo puede haber personas que no crean en Jesús, con lo cerca que se le siente?" Antonio no se quejaba, hasta el punto que los médicos decían que se comportaba como un adulto y no como un niño. Cuando veía llorar a su madre le decía: "Mamá, ¿por qué te desesperas? debes estar tranquila”.

Pero los médicos advierten a la familia que la salud de Antonio empeoraba. Por este motivo, acudieron a Lourdes. Un viaje a Francia que fue complicado, ya que la situación del menor era precaria. Los dolores no cesaban pero, pese a todo, Antonio se sentía muy agradecido.

“¡Qué gran sensación, siento que estoy en el Cielo, tengo una sensación de calor en el estómago que me hace sentir bien, tengo ganas de bailar, cantar, gritar...! y comentó a sus padres: “Voy a rezar por vosotros para que también sintáis esto".

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Cuando llegaron a Lourdes, Antonio sólo quiso rezar por los demás, no por el mismo. En el santuario de la Virgen, escribe una carta a Jesús para que ayude a las familias en su necesidad. La noche antes de Reyes, los dolores de Antonio eran insoportables.

Pese a todo, sonreía a su madre: "Mamá, qué bien me siento, qué hermoso es ver a Jesús y la pequeña Virgen en casa, también están los ángeles". Por la tarde, ya en el hospital, lograron calmarle los dolores y, exhausto, Antonio salió al pasillo del hospital y empezó a llorar, pero no por su enfermedad: "Mamá, estoy pensando en cuánto sufrió Jesús en la Cruz, mi sufrimiento en comparación no es nada".

Su madre se enfadó y le dijo que sus sufrimientos si eran tan grandes como los de Jesús. Pero él la miró como diciéndole: "No puedes entender" y no insistió. Una tarde un sacerdote fue a verle, charlaron e hizo reír a Antonio. Le sugirió que rezarán juntos al Espíritu Santo.

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Los últimos días de Antonio

En los últimos dos meses de vida, Antonio se alimentó únicamente de la Eucaristía. Un día en el que Antonio estaba prácticamente en coma, el sacerdote que atendía espiritualmente al pequeño, le preguntó: "Antonio, ¿quieres a Jesús?" Y él, mirando la Eucaristía, comenzó a decir: "Jesús, Jesús, perdóname, perdóname Jesús, quiero a Jesús, dame a Jesús".

El sacerdote posó el portaviático con el rostro de Jesucristo en el estómago del niño y los dolores cesaron. Días más tarde falleció y se marchó con Jesús.

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