José Francisco Serrano en el Día del Apostolado Seglar en Talavera de la Reina

José Francisco Serrano en el Día del Apostolado Seglar en Talavera de la Reina
Madrid - Publicado el - Actualizado
7 min lectura
José Francisco Serrano en el Día del Apostolado Seglar en Talavera de la Reina
Por José Alberto Rugeles Martínez
La conferencia, que por ocasión del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, pronunció en la Casa de la Iglesia de Talavera de la Reina, por invitación Delegación de Apostolado Seglar de Toledo, el Profesor y periodista José Francisco Serrano, no tiene desperdicio.
Con su tono ameno y cercano, pero con profundidad Serrano Oceja recordó, ante un público que incluía al Obispo auxiliar de Toledo, D. Ángel Fernández y los Vicarios episcopales Emilio Palomo y Felipe García que "hay que dar respuesta al diagnóstico que hizo el Beato Newman: "el mundo cristiano se está haciendo estéril, y se agota". "Si Ratzinger nos ayudó a pensar el cristianismo, el Papa Francisco nos ayuda a vivir el cristianismo.
Ha acabado con el fin de la dicotomía plantada por la modernidad entre mediación histórica y propuesta cristiana. Pedagogo de la fe y de la razón, nos ha ayudado a descubrir que, al final, el mundo no es redimido por las máquinas, sino por el amor. Y que sólo el amor es digno de fe y de razón".
Según el Decano de Ciencias de la Información de la Universidad CEU-San Pablo: "la elección del Papa Francisco no es solo cuestión de geoestrategia. La novedad que supuso la renuncia de Benedicto XVI ha conjurado la novedad de un Papa de radicalidad evangélica. El centro ya no está en Europa; ha pasado a otras latitudes de geografía y de biografía. Lo vimos en el Sínodo para la Nueva Evangelización. De una Iglesia apegada a Europa, con una continuidad de ocupaciones y de preocupaciones, con una historia común de diálogo con las ideologías posthumanistas, a una Iglesia que percibe la realidad del cristianismo con otras urgencias. El cardenal Bergoglio llevaba el hábito de la radicalidad del carisma, el distintivo de la vida religiosa y de su forma específica en la Compañía de Jesús. La radicalidad de vida también se transparenta. Dijo en una de las entrevistas que concedió: Me gusta estar entre la gente, junto a los que sufren, y andar por las parroquias".
El Prof. Serrano recordó las frases del Papa en las que el Pontifice afirmó que no le gustan "las interpretaciones ideológicas, una cierta mitología del papa Francisco. Cuando se dice, por ejemplo, que salgo de noche del Vaticano para ir a darles de comer a los mendigos de ViaOttaviano… Jamás se me ocurriría. Sigmund Freud decía, si no me equivoco, que en toda idealización hay una agresión. Pintar al Papa como si fuese una especie de Superman, una especie de estrella, me resulta ofensivo. El Papa es un hombre que ríe, llora, duerme tranquilo y tiene amigos como todos. Es una persona normal".
José Francisco Serrano ve claro que: "el desafío para la Iglesia consiste en encontrar en cada momento de la historia la forma más adecuada para expresar su mensaje permanente. Esto supone un cuidado constante, para evitar que esas formas históricas no terminen por ahogar lo esencial. Confundir la forma humana con el fondo divino sería una curiosa variante de idolatría. Pretender, por el contrario, que el mensaje cristiano se exprese sin recurrir a ninguna forma, sería negar la realidad de la Encarnación: Cristo mismo se vistió, trabajó, comió y habló con unas formas determinadas, como buen judío que es. Lo esencial no vive en estado puro, sino que requiere ciertas expresiones externas para manifestarse. Durante la Edad Media y el Renacimiento el papado adquirió diversas formas, tanto en su apariencia externa como en su organización. Francisco ha cambiado algunas de esas manifestaciones externas, que "pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a la transmisión del Evangelio". Juan Pablo II cambió otras, como la silla gestatoria y la tradición de que los papas apenas salían del Vaticano, o no practicaban deportes. Que el Papa use zapatos rojos, blancos, negros o sandalias, no parece demasiado importante, ni tampoco resulta un signo para que nosotros expresemos particular alegría o alarma, según nuestro temperamento estético-teológico.
Naturalmente, esas formas no se refieren solo a las vestimentas o al lugar donde duerme el Papa. Hay algunas que tienen tal importancia histórica que su cambio (o su mantención) implica riesgos importantes. Francisco ha llamado la atención sobre un punto muy delicado, ya señalado por Juan Pablo II: el de la forma en que se ejerce el Pontificado".
Decía este en 1995 que era necesario encontrar "una forma del ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva". Piensa Francisco que se ha avanzado poco en este sentido y que hoy se hace necesario promover una "saludable descentralización", que ponga en marcha esa aspiración del Papa polaco. Descentralizar no significa suprimir el papado ni negar un ápice su valor en la vida de la Iglesia. Simplemente se trata de encontrar formas que ayuden a cumplir mejor la misión, y que permitan despejar obstáculos innecesarios en el diálogo con la Iglesia Ortodoxa".
Según Serrano Oceja a Francisco: "el aprecio por la sencillez lo ha acompañado siempre: en Buenos Aires y en Roma. Pero hay un rasgo de su personalidad que cambió el día de su elección. El cardenal Bergoglio era un hombre retraído y bastante poco carismático. Los que lo conocían de cerca percibían su profunda humanidad, pero no era una persona que anduviera siempre con una sonrisa en los labios, sino un asceta más bien parco. Aunque él se ha referido al tema de manera sucinta, da la impresión de que ese día recibió un don muy particular, el de la alegría, la acogida y la ternura. Esa alegría desbordante lo ha ayudado enormemente a transmitir algunas ideas que para él son fundamentales".
Señala Paco Serrano que: "los críticos de Francisco olvidan que el Papa no les está hablando primeramente a ellos, sino a la gente de a pie, a esos católicos que están bautizados, pero que solo pisan las iglesias para matrimonios y funerales. Esa gente no lee encíclicas ni bulas. A ellos hay que hablarles de otro modo. Si leen entrevistas a una actriz de cine o a un futbolista, entonces habrá que dar entrevistas o hacer lo que sea, pero hay que llegar a ellos. ¿Y si pierde la solemnidad papal? Dudo que a san Pedro le hayan quitado el sueño las solemnidades. La concentración en lo esencial permite acercarse a quienes no forman parte del núcleo duro del catolicismo
No se olvidó en su conferencia el Prof. Serrano de un tema central del Pontificado del Papa Francisco: los pobres. "Los pobres no son un añadido del cristianismo, sino que son su patrimonio y constituyen un elemento central en la ética de las bienaventuranzas. En nuestras ciudades, perfectamente fragmentadas, el contacto con el pobre se hace difícil para muchos, porque exige recorrer largas distancias y adentrarse en un mundo desconocido. O vivir la experiencia de entrar a un gigantesco hospital público, o a una cárcel, para encontrarse con alguien que está solo, ante el cual no valen ni los títulos, ni los contactos, ni los apellidos, porque está ahí, frente a nosotros, y nos interpela en su humanidad desvalida. La aproximación papal a la pobreza y la marginación, da luces acerca de su modo de enfrentar el drama del aborto. Aquí no valen reformas o "modernizaciones" de la postura de la Iglesia: "No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana". Pero esa misma preocupación por el débil exige preocuparse muy en serio por acompañar a las mujeres que se hallan en esa difícil situación. Hay muchos otros temas por enfrentar, entre otros el animar a esos millones de católicos que sienten a la Iglesia como algo muy lejano, para que vuelvan a casa y descubran un camino que les ayudará a vivir una existencia más plena y alegre".
Citando a San Agustín, José Francisco Serrano, antes de responder preguntas de los asistentes concluyó diciendo que: ""Cuando toda la bravura de los hombres decae y los timoneles que se sustituyen para asegurar la ruta de la nave no pueden ya más contra la violencia de las olas, y desplegar las velas es más peligroso que útil, cuando ya son vanos los medios y los esfuerzos humanos, a los navegantes no les queda sino recurrir a la oración y clamar al Cielo" (Serm. LXXV, 3, 4).