El gesto de envidia que pudo costar la vida a su compañero y solo esta precisa acción cambió la historia

La moraleja que se extrae de esta rocambolesca historia debe ser compartida por la sociedad

El gesto de envidia que pudo costar la vida a su compañero y solo esta precisa acción cambió la historia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Ya sabemos que la envidia, cuando no es sana, puede tener efectos devastadores sobre uno mismo, pero también para el prójimo. Un asunto que ha querido abordar el sacerdote Francisco Samuel Bonilla Amaya, conocido como el Padre Sam. Este sacerdote salvadoreño, perteneciente a la Arquidiócesis de Tegucigalpa, en Honduras, ha compartido a través de Youtube la demostración de esos efectos negativos y qué podemos hacer cuando nos encontramos en una tesitura de este tipo.

Para ello, el Padre Sam ha relatado la historia de Saúl y David. Ambos regresaban a casa tras combatir en la guerra. Al entrar en la ciudad, fueron vitoreados por los habitantes del lugar. El problema fue uno de los cánticos que repetían: “¡Saúl mató a mil, David a 10.000!”

Aquel cántico molestó mucho a Saúl, despertando en él una envidia terrible. Tanto fue así, que, tal y como cuenta la historia del Padre Sam, planeó el asesinato de David. En aquel momento Saúl era el rey, por lo que no toleraba que David fuera más aplaudido.

Por fortuna, Saúl nunca llegó a ejecutar sus planes, gracias a la mediación que hizo entre ambos su hijo Jonathan. Este último conocía las intenciones macabras de su padre. Por ello, decidió advertir a David para que se cuidara de Saúl, pero por otro lado también habló con su padre para que rectificara. Finalmente lo consiguió, por lo que Saúl no mató a David y las aguas volvieron a su cauce.

El sacerdote e influencer salvadoreño pretende demostrar hasta donde nos puede llevar la envidia: “La envidia mata el alma y lo envenena. Consiste en no soportar que los demás brillen, no tolerar que alguien sea más aplaudido, más querido o más felicitado que tu. Todo esto te puede llevar a querer hacerle la vida imposible al prójimo. Pero el principal dañado eres uno mismo, porque no vivimos en paz, el corazón solo busca dañar al otro”, sostiene el Padre Sam.

El sacerdote además extrae una importante moraleja: “Cuando seas testigo de una injusticia, no seas indiferente y alza la voz. Eso es lo que hizo Jonathan, mediar entre los dos. Denunció el mal, y nosotros debemos hacer lo mismo. Haz lo que esté en tus manos. Quizá no siempre te escuchen o logres grandes cosas, pero habrás hecho lo que te corresponde y no habrás pecado de indiferencia”.

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