Cardenal Omella: "Miles de inocentes siguen muriendo hoy por la guerra, hambre y migraciones"

Existen gran cantidad de inocentes perseguidos, cuyos dolores nos resultan incomprensibles, atroces, injustos y, sobre todo, inmerecidos

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"Recordemos que miles de inocentes siguen muriendo en el mundo por culpa del hambre, guerras o migraciones". Con estas palabras, el cardenal Juan José Omella, persidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Barcelona, ha querido recordar a la gran cantidad de inocentes perseguidos, o desatendidos, cuyos dolores nos resultan incomprensibles, atroces, injustos y, sobre todo, inmerecidos.

Tales como el hecho encontrarse en situación de desamparo, de violencia doméstica, de acoso escolar y otras violencias a niños, de extrema pobreza, viviendo fuera de su ambiente, o en la misma calle, los cristianos y otros grupos religiosos humillados y martirizados por su fe, los obligados a emigrar o escapar.


152 millones de niños obligados a trabajar

Pero hoy, como en el pasado, los Herodes siguen siendo muchos y muchas también las armas que utilizan para destruir la inocencia de los niños: basta decir que, según el último informe de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), publicado en marzo de 2022, todavía hay 152 millones de niños y adolescentes -64 millones son niñas y 88 millones son niños- que son víctimas del trabajo infantil. La mitad de ellos, 73 millones, se ven obligados a realizar trabajos peligrosos que ponen en peligro su salud, seguridad y desarrollo moral.

Muchos de ellos viven en contextos de guerra y catástrofes naturales donde luchan por sobrevivir, rebuscando entre los escombros o trabajando en las calles. Otros son reclutados como niños soldados para luchar en guerras libradas por adultos.

El recurso de la oración

Pero, ¿hay una respuesta a todo esto, a "la tragedia del asesinato de seres humanos indefensos, al horror del poder que desprecia y suprime la vida"? La oración es ciertamente un recurso, como explicó el propio Papa Francisco en la Audiencia General del 4 de enero de 2017: "Cuando alguien se acerca a mí y me hace preguntas difíciles, por ejemplo: 'Dígame, Padre: ¿por qué sufren los niños?', realmente no sé qué responder -explicó-, solo digo: 'Mira el Crucifijo: Dios nos dio a su Hijo, sufrió, y quizás allí encuentres una respuesta'. (...) Sólo mirando el amor de Dios que da a su Hijo, que ofrece su vida por nosotros, puede indicar algún camino de consuelo; su Palabra es definitivamente una palabra de consuelo, porque nace del llanto".



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