La vida del beato Francisco Cástor, sacerdote que fue asesinado en los años 30: "Sabía que corría peligro"

La sobrina-nieta del religioso, Teresa Pastor, recuerda en Aleluya la personalidad de uno de los cuatro sacerdotes operarios beatificados este sábado en la catedral de Tortosa

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La emoción embarga estos días a los familiares de Francisco Cástor, Millán Garde, Manuel Galcerá y Aquilino Pastor, los cuatro sacerdotes operarios que han sido elevados a los altares este sábado en la Catedral de Tortosa (Tarragona), tras ser asesinados durante la persecución religiosa de los años treinta en España.

En Aleluya hemos podido contactar con la sobrina-nieta de Francisco Cástor, Teresa Pastor, de quien conoce toda su biografía a través de su abuela, sus tías y, sobre todo, de su padre.

Durante la entrevista, Teresa confiesa que se refiere a su tío-abuelo como 'tío Cástor', por la estrecha relación que mantuvo con su padre durante su infancia: “Era tío de mi padre y hermano de mi abuela. Para mis tías y mi padre fue una figura paterna, porque mi abuela pronto se quedó viuda, y el tío Cástor, al ser sacerdote y educador, les transmitió su pasión por la música. Les enseñó a tocar el piano, aunque mi padre no lo logró porque no tenía oído”, cuenta con una sonrisa Teresa.

Pero ante todo, recalca Teresa, “era una bellísima persona”. Francisco Cástor nació en la localidad cacereña de Madrigalejo, aunque ingresó en el Colegio San José de Vocaciones Sacerdotales de Plasencia, donde inició su camino clerical y se ordenó sacerdote en 1903. No obstante, su primera Misa la ofició en el Santuario de Guadalupe, donde residía su familia, en enero de 1904. Un viaje que estuvo marcado por la nieve, propia del primer mes del año.

Sus primeros quince años como religioso, hasta 1918, tuvieron lugar en Plasencia. Un periodo en el que Francisco Cástor se especializó en canto gregoriano e infundió en los seminaristas placentinos el gusto la liturgia cantada.

Tras su paso por Badajoz, Segovia y Astorga, en 1933 fue destinado como Mayordomo al seminario de Ciudad Real. Fue su último destino, ya que tres años más tarde, en el municipio de Valverde, fue ejecutado la madrugada del 13 de septiembre de 1936.

Teresa revela que su tío-abuelo era consciente, antes del estallido de la Guerra Civil, de que su vida corría peligro por el odio a la fe que imperaba en ciertos sectores de la sociedad española: “Cuando empezó el proceso de beatificación en 1995, todo se paralizó. En 1998 se celebró un juicio sobre el proceso en Ciudad Real y, mi padre, en su declaración, decía que era consciente de que su tío estaba en peligro”.

De hecho, la hermana de Francisco Cástor, que durante el conflicto bélico residió en Madrid, le pidió que se trasladase a Madrid para “pasar más desapercibido y estar más seguro”, pero no quería abandonar sus responsabilidades en Ciudad Real.

Más de ocho décadas después de su martirio, la familia apenas conserva un par de fotografías de Francisco Cástor: “Mi padre, que murió en 2002, tenía un libro suyo que se perdió. Teníamos alguna carta de mi abuela y mis tías en la que pedían saber dónde estaba enterrado, y que entregaron durante el proceso de beatificación”.

Desde el pasado mes de junio, Francisco Cástor está sepultado en la Iglesia de la Congregación de los Operarios Diocesanos de Tortosa, aunque la familia pensaba que en este espacio permanecían sus restos desde hace décadas.

“Hasta hace unos meses estaba en el cementerio de Ciudad Real, y no lo sabíamos. Mi padre, cuando le preguntábamos por este asunto, siempre pensaba que en Tortosa. Después de la guerra, mi padre fue a reconocer sus restos que se encontraban en una zanja de Ciudad Real. Fue entonces cuando le trasladaron al cementerio, pero pensaba que le llevarían a Tortosa y no fue así. En la exhumación de junio, tras la investigación del proceso de beatificación, se descubre que estaba en una tumba a nombre de mi abuela”.

A unos días de que se celebre la Misa de beatificación, Teresa Pastor confiesa que se siente emocionada, teniendo muy presente a su padre y a su hermano (ambos fallecidos), que siempre han estado muy pendientes del proceso: “Solo quedo yo. El sábado estaremos mi cuñada, mis sobrinos y mi marido. Será muy emocionante”, cuenta en Aleluya.

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