Gaspar Muñiz Álvarez, director de Orquesta Sinfónica: "Primero soy sacerdote; después, músico"

Gaspar Muñiz Álvarez, director de Orquesta Sinfónica: "Primero soy sacerdote; después, músico"

Agencia SIC

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Gaspar Muñiz Álvarez es sacerdote diocesano de Oviedo y director de Orquesta Sinfónica. Hace tan sólo unos meses conseguía el título de Director de Orquesta Sinfónica de una prestigiosa universidad de Londres. Hoy compagina ambas facetas de su vida, aunque tiene clara la prioritaria

Las pasadas Navidades consiguió sacar Matrícula de Honor en el examen de Licenciatura en Dirección de Orquesta Sinfónica por el Consejo de las Reales Escuelas de Música. ¿Por qué precisamente allí?

Hay varios sitios donde hacerlo, pero la Royal Academy de Londres y el Royal College, junto con los otros dos reales conservatorios de música británicos, forman una de las instituciones musicales más prestigiosas del mundo y, además, con los avales necesarios, te ofrecen la opción de hacer el examen final en tu país. Esto fue decisivo para mí porque los trabajos de orquestación, armonía y musicológicos los podía presentar allí, pero alquilar una orquesta en Londres es muy caro. Pagando aquí el traslado del tribunal y las traducciones juradas y demás gastos, me salía mejor que hacerlo en Londres. También era más cómodo, ya que lo pude hacer con mi orquesta, la Sinfonietta Concertante, y no con una orquesta desconocida.

¿Cómo llegó a tomar la decisión de lanzarse al mundo de la dirección de orquesta?

En realidad, no tomé yo la decisión, sino que la tomaron por mí. Mi pasión era la música litúrgica y concretamente la coral. Pero hace años, siendo alumno oyente de Cristóbal Soler, director del Teatro Lírico Nacional por aquel entonces, éste me pidió que subiera al podio porque quería verme dirigir. Al finalizar, me dijo que tenía madera, pero yo no podía pagarme los cursos. Me respondió que se encargaba él de eso. Y así comenzó todo: me ofreció ser su alumno, porque en este nivel no eres tú el que escoges el profesor, sino que es el profesor el que escoge al alumno. Él me propuso también examinarme en las Royal Schools y así lo hice. El resultado, ya lo sabes.

¿Cómo comenzó en esto de la música?

Nosotros somos ocho hermanos y en casa cantamos todos. De niño, me gustaba mucho la música y me llevaron a la Escolanía San Salvador, cuando estaba en la Catedral con don Alfredo de la Roza. Fue un hombre que, a pesar de la diferencia de edad, siempre me impresionó mucho. Culto y brillante, hacía música maravillosa. Cuando lo vi de sotana y descubrí que era sacerdote, quedé fascinado y decidí que quería ser como él. Canté con él desde mi ingreso en la escolanía (1986) hasta su fallecimiento, en 2004, y con él aprendí a dirigir.

En el Seminario no pude hacer estudios musicales. Recuerdo que comencé violín con una antigua compañera de la escolanía, Paula ?hoy profesora de Conservatorio?y estudiaba después de las clases en los sótanos. Cuando me descubrieron me dijeron "o músico, o sacerdote", y elegí ser sacerdote. Eso sí, al ordenarme, acabé el grado profesional de órgano en el Conservatorio de Oviedo, hice los cuatro cursos de gregoriano con los Monjes del Valle de los Caídos, varios cursos de dirección coral y orquestal en la Universidad Complutense… y siempre he estado vinculado a la música.

Dos facetas que no son contradictorias.

Así lo veo yo. De hecho nunca he renunciado a nada de lo que me han pedido como sacerdote, y nunca he puesto pegas a nada. Nunca me designaron menos de siete parroquias, que es mucho trabajo, y también han sido nueve años como arcipreste de Villaviciosa, todo ello simultaneado con los estudios, y quizá por eso, por no poner condiciones, puedo parecer "menos músico". Pero nunca pedí nada, ni tampoco lo necesité para llegar a tener la proyección que tengo hoy.

Y siempre párroco rural.

Sí, y en ese entorno rural también desarrollo y comparto esta faceta musical. Y ellos lo agradecen enormemente. Por ejemplo, hace dos semanas hicimos en Cabranes un curso de Alta Excelencia Musical con Cristóbal Soler que acabó con un gran concierto en la parroquia de Colunga. No cabía la gente, estaba llenísimo y hubo ovaciones que duraron minutos. Ese concierto costaría cerca de 40.000 euros y fue un regalo que quisieron hacerme mi maestro y su esposa, y yo lo compartí con mis feligreses.

¿Qué le aporta la música en su vida como sacerdote?

Sobre todo, la satisfacción de poder ser libre. Puedo decir sin palabras lo que pienso profundamente, y hay gestos con las manos o con la batuta, que reflejan cosas que si tú las dices con palabras, nadie te escucha; pero si lo haces con la música, te entienden hasta quienes no hablan tu mismo idioma.

¿Y del sacerdocio?

Lo mejor, la relación con Dios. Poder acercar a Dios a la gente desde un confesionario, al moribundo que está en la cama, o en la cárcel, donde acudo una vez al mes a ver feligreses…y verles crecer en la vida interior, es un verdadero regalo.

¿Cuánto tiempo dedica a la música habitualmente?

Las mañanas, generalmente. Pero lo primero es ser cura: eso lo tengo muy claro. Y no me voy a vender en ese sentido, porque si no, sería un mentiroso. Si tengo un entierro, visita, gestiones, bancos… busco otros momentos, porque tengo que preparar la homilía o trasladarme. Eso supone tener cada vez más inconvenientes para concentrarte y que esto sea cada vez más homérico, pero lo primero es lo primero. Siempre he tenido que estudiar música a ratos, y eso he tenido que aprender a aceptarlo: lo primero son mis parroquias: mi trabajo y mi vida.

¿Cuáles son sus proyectos?

He comprobado cómo, dejándome llevar, ya se encarga Dios de cumplir mis sueños y superarlos. Para qué poner límites: hasta donde Él me lleve. En lo musical, hace años dirigí en Roma, en el Pontificio Istituto de Música Sacra en el Concierto Extraordinario de su Centenario, cosa impensable; y de ahí en adelante ha sido un no parar. Soy ahora director asistente del maestro Soler y le asistiré con la Orquesta de RTVE y con la JONDE; y también para este año me han propuesto grabar con la Sinfonietta un disco de música barroca española que será un descubrimiento para muchos; el Curso de los Llaureles, conciertos trimestrales y un largo etcétera. Hasta 2018, ya tengo la agenda llena ¡gracias a Dios!

(Arzobispado de Oviedo)