Tres jesuitas te cuentan cómo vivieron el paso del ciclón Idai en Mozambique

Los tres estaban en Beira, la primera ciudad en sufrir el ciclón. Destrucción, brotes de cólera, mucha necesidad y, aún así, esperanza

Redacción religión

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El ciclón Idai ha dejado, hasta el momento, más de 750 personas fallecidas entre Mozambique, Malawi y Zimbabwe. Según la página web de las misiones jesuitas, esas son las cifras de la tormenta que azotó hace más de 10 días a estos tres países del sur de África. Cerca de 110.000 personas se encuentran en campamentos y la falta de agua potable está causando brotes de cólera.  

Beira es la segunda ciudad más importante de Mozambique, después de la capital, Maputo. También es la primera zona que sufrió el impacto del temporal. Las misiones de los jesuitas han puesto en marcha un plan de emergencia en la región y están en contacto con los jesuitas que se encuentran sobre el terreno.  

Las noticias e imágenes que llegan desvelan que cada casa está destrozada en una ciudad de alrededor de medio millón de habitantes. En esa ciudad mozambiqueña existe una pequeña parroquia y comunidad de jesuitas. Afortunadamente, todos han sobrevivido, pero la iglesia ha sufrido daños severos. 

El ciclón Idai llegó mientras dormía

Richard Musonda es un novicio jesuita en Zambia. Se encontraba en Beira realizando sus prácticas en un hospital de Beira cuando el Cicón Idai golpeó a la ciudad. Eran cerca de las nueve de la noche cuando él escuchó la llegada del ciclón.

"Pude escuchar cómo el viento se hacía más fuerte cuando me fui a dormir en torno a las nueve de la noche. Podía sentir el viento cogiendo fuerza. Todo se estaba inundando, desde la primera planta, donde yo estaba, hasta la parte de arriba. Todavía se sigue contando a los muertos. Mucha gente está sin hogar. Animo a mis hermanos y hermanas a rezar por las víctimas y sus familias", explica.  

El peaje del paso del ciclón: "Parecía que la vida se había acabado"

El sacerdote jesuita Virgilio Costa vive en Zambia y es originario de Beira. Había vuelto a su ciudad natal a renovar su pasaporte cuando vino el temporal. "El viernes después de que pasara el ciclón, parecía que la vida se había acabado, pero, inmediatamente, la gente empezó a ayudarse y a organizarse", cuenta.

El viento y las inundaciones han provocado que muchas personas lo hayan perdido todo. Los jesuitas están pudiendo escuchar esas historias. Ellos han visto cómo su iglesia ha sufrido daños, pero reconocen que lo más doloroso son las historias de pérdida de la gente de la parroquia.  

Sin perder la esperanza

Otro jesuita, Ignatius, cuenta que los días siguientes al paso de Idai, se celebraron muchos funerales. Aún así, son capaces de ver a Dios en semejante tragedia. ¿Dónde?  En la disposición de la gente para ayudar al otro y no perder la esperanza.

"No hay electricidad, ni energía, ni comunicación, ni Internet durante los cuatro días siguientes al ciclón. Pero lo que vi es que la gente seguía compartiendo lo poco que les había quedado. La enfermedad y el hambre están empezando a golpear ahora", asegura. 

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