Lourdes Anadón, la monja española que lleva 47 años como misionera en Angola

De esos 47 años, 27 han sido de guerra civil y su monasterio fue el único que aguantó en pie durante el conflicto

OMP

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La hermana Mª Lourdes Anadón es misionera y religiosa contemplativa en el Monasterio Mãe de Deus, en Kuito, Angola. En este testimonio comparte lo que ha sido su vocación como misionera y como religiosa, de cara al Mes Misionero Extraordinario y el lema que ha querido el Papa Francisco para celebrarlo: "Bautizados y enviados, la Iglesia de Cristo en misión por el mundo":

“Sí, bautizados y enviados… En el Bautismo recibimos la fe que, bien vivida, se hace por lo mismo misionera. Allá por los años 50,  tanto la Acción Católica como otras organizaciones católicas ayudaron mucho, de muchas formas, a crear un ambiente de fe, raíz de nuestra vida sobrenatural dada en el Bautismo. Como consecuencia, surgieron muchas vocaciones misioneras y espléndidas familias cristianas. En aquel ambiente nació mi vocación religiosa que, en un principio pensé sería en un instituto misionero, pero Dios me condujo hacia la vida contemplativa claustral y, con 21 años, recién acabada la carrera de Magisterio entré en el Monasterio dominicano de Madre de Dios de Olmedo. ¿Por qué? Porque me parecía una vocación de ‘más’: más dejar todo, más despojo, más sacrificio. Y no me equivoqué.

Con la formación fui comprendiendo mejor esta vocación que no era para mí, sino para la Iglesia. Con la oración, con la penitencia, con la salmodia diaria, con mi profesión, mi vida, renuncias de ‘gran valor’… todo vivido en función de una misión salvífica y redentora… como la savia: fecundidad de la Iglesia misionera, de los que trabajan por la salvación de la almas. Es éste el espíritu apostólico de la monja contemplativa dominicana.

En 1972, a petición del obispo de Benguela, Angola, fui integrada en el grupo de diez monjas que vinimos de Olmedo a Benguela para fundar un monasterio. Llevo aquí 47 años de los cuales los cuatro primeros fueron antes de la Independencia de Angola, que fue seguida por una guerra civil que duró más de 27 años. Muchos misioneros se fueron por obediencia o por necesidad. Nuestro monasterio, todavía en construcción, fue el único que quedó en todo el país. 

La gente nos lo pedía: "¡No se vayan!" Y fue una decisión unánime de toda la Comunidad de quedarnos y así lo manifestamos a nuestros Superiores, que aceptaron. Como a todos, nos tocó pasar por las mismas privaciones y peligros. Debido a las confrontaciones bélicas entre los partidos, el tejado de uralita de nuestra iglesia-coro quedó como un colador. 

Aún recuerdo éste episodio: En uno de los días de más intensidad bélica, decidimos hacer turnos de oración continua en el coro. Estaba yo con otra hermana, también española, junto a una ventana lateral a nuestros lugares de rezo, y en un momento de mayor intensidad en los tiroteos me dijo: Vamos a aproximarnos más al sagrario. Nos sentamos en dos banquitos junto a Él e inmediatamente una bala traspasó el cristal de la ventana pasando por el lugar que acabábamos de dejar. El Señor nos libró de una muerte segura y continuó bendiciéndonos con numerosas vocaciones

La técnica moderna nos habla de ‘inteligencias artificiales’, capaces de tomar decisiones. Me gusta pensar que, como savia en la Iglesia podemos ser ‘inteligencias naturales’, pero tocadas de Dios a través de los resortes de la oración y de la penitencia”.

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