Dos estudiantes se marchan del bar sin pagar y cuando escuchan un grito se llevan este descomunal susto

Los jóvenes Erasmus se encontraban de fiesta por las calles de Sevilla

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Estudiar un año en el extranjero es muy beneficioso para la formación de los alumnos, siempre y cuando se sepa aprovechar. No fue el caso de estos dos estudiantes Erasmus de origen belga e italiano que cursaron un año académico en la ciudad de Sevilla hace aproximadamente un lustro. El buen clima y el talante en general acogedor de los habitantes de la capital hispalense hace que los "forasteros" se sientan muy a gusto... a veces demasiado.

Fue el caso de ambos jóvenes, que una noche decidieron salir de fiesta por la zona céntrica de la capital de Andalucía. Unas cervezas, unas copas, la una de la madrugada, las dos, las tres... y así se plantaron hasta la mañana del día siguiente.

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Tras desayunar en uno de los bares más madrugadores de Sevilla, los estudiantes Erasmus se resistían a marcharse a su piso para dormir. Por ello, decidieron acceder a un 'after' para seguir la fiesta. El consumo de alcohol estuvo presente de nuevo, que comenzaba a hacer mella en sus cuerpos.

Tanto es así que, al abandonar el local en torno a las nueve de la mañana, los jóvenes llamaban bastante la atención de los viandantes por sus comportamientos, propios de personas ebrias y con falta de sueño. Pero los Erasmus seguían sin marcharse a su casa, y continuaron en la calle.

Los Erasmus accedieron a una parroquia

Sin una explicación a priori razonable, entraron en la parroquia que se ubicaba a unos metros de su piso. Se sentaron en un banco del templo. El sacerdote era consciente desde la distancia de que algo raro estaba ocurriendo con ambos chicos, que incluso se estaban quedando dormido. “¿No os parece que este no es el lugar más idóneo para dormir?”, les reprochó el párroco a los Erasmus, según ha podido saber Aleluya, que a duras penas fueron conscientes de la situación. Abandonaron la parroquia entre risas, mientras el párroco se mostraba resignado ante la falta de respeto.

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De la parroquia se dirigieron a un bar

Pero no se marcharon muy lejos los estudiantes “fiesteros”. Decidieron entrar en otro bar, para sentarse en la terraza. El camarero les sirvió dos cafés. Uno de ellos derramó la taza, mientras el segundo no paraba de reír. Pasados unos minutos, el sacerdote que había coincidido en la parroquia con los jóvenes llegó al bar que frecuentaba.

El párroco, que ya había vivido aquella desagradable escena con el belga y el italiano, alertó al camarero de que los chicos no estaban en las mejores condiciones. La alerta del cura fue útil al barman, que estuvo pendiente de manera disimulada de cada uno de los movimientos que realizaban sus conflictivos clientes.

Los estudiantes trataron de abandonar el establecimiento sin pagar

Llegó la hora de pagar las consumiciones y, aprovechando que ambos jóvenes se encontraban en la terraza, los Erasmus se levantaron con la intención de no pagar. Antes de que cruzaran la calle, el camarero, que ya iba sobre aviso, dio un golpe en la barra y elevó la voz de manera considerable. Un grito que hizo que los chicos dieran un brinco del susto, que fue mayor cuando vieron al camarero correr hacia ellos.

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Tras una discusión en la que los Erasmus entendían poco (a su estado de embriaguez se sumaba el desconocimiento del idioma), accedieron a pagar. El párroco, que se incorporó a la discusión, volvió a afearles su actitud, según hemos podido saber.

Los Erasmus regresaron a la parroquia para disculparse

Todo quedó ahí, pero lo que nadie pudo imaginar es que a los dos o tres días, ambos jóvenes Erasmus regresaran a la misma parroquia, ya sobrios. Como es natural, su actitud era bien distinta al día anterior. El motivo por el que asistieron a la parroquia fue para pedir perdón al sacerdote por sus lamentables comportamientos.

Las disculpas fueron aceptadas por parte del sacerdote y, como prueba de buena voluntad, los estudiantes le invitaron a un café en el mismo bar al que intentaron marcharse sin pagar. Aquello permitió a los chicos disculparse también con el camarero.

Y es que todos somos humanos y podemos equivocarnos. Lo importante es rectificar. Y Jesucristo perdonó.

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