De Costa de Marfil a Guinea-Bissau: 12 jóvenes, re-unidos por la experiencia de un campo de trabajo

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Alfonso, José María y Nacho son tres jóvenes madrileños de 23 años. Están terminando sus respectivas carreras en la universidad. Son conscientes de que su futuro pasa por un horario laboral exigente y otras responsabilidades. Pero, antes de eso, miran al pasado. A las fotos de su vivencia en un campo de trabajo en Costa de Marfil con otros compañeros y profesores del colegio en 2013. El ambiente que vivieron, las amistades que se forjaron, su esfuerzo o el poder darse a los demás, son recuerdos que quieren volver a vivir.

Por eso, han puesto en marcha el “Proyecto 41”, número de su promoción. Quieren revivir y renovar esa experiencia en África. Nacho, José y otros nueve amigos parten del 4 al 28 de agosto para unirse a Alfonso, que ya les espera en Guinea-Bissau, un pequeño país bañado por el Atlántico.

"Este voluntariado ha sido cosa de la Providencia"

Junto a la ONG AIDA (Ayuda Intercambio y Desarrollo) van a mancharse las manos para terminar de construir un colegio en una tabanca, que así se llaman los pueblos en la zona. Han pasado todo el año recaudando fondos para conseguir los materiales de construcción para levantar una escuela y lo que ese edificio representa en un país como Guinea-Bissau. “Si tienes un pueblo educado, consigues crear un pueblo culto al que es más difícil manipular, aunque siga habiendo corrupción”, afirma Alfonso.

Alfonso ya ha trabajado con la organización en suelo africano. Allí empezó todo. “Dos amigos (José y Nacho) me escribieron para hacer un voluntariado, como hicimos juntos con los compañeros de promoción del colegio. Lo pregunté y al volver nos decidimos a ir juntos”.

“Cuando te duchas con cubos de agua durante un mes, aprendes a valorar lo que tienes en casa”

Estos jóvenes también miran hacia arriba para dar gracias porque su anhelo se haya cumplido. Ahora que se ven rumbo a África saben que, en cada paso, han contado con una ayuda extra. “Que haya un grupo dispuesto a ir a ayudar, que aparezca una organización que nos necesite, que las familias se hayan volcado con el proyecto, etc, solo puede ser cuestión de Providencia”, señala José.

Quieren aprovechar la oportunidad de cambiar las cosas. José explica que al voluntariado se va “a pecho descubierto”, a dejarse transformar por la experiencia. “Hay que ser conscientes de que hay que mirar más allá, de refundar algunos principios que queremos aplicar el día de mañana. Antes de entrar en el mundo laboral viene bien un baño de realidad”. Y, hablando de baños, Nacho aporta otra de las lecciones que se han llevado del continente africano. “Cuando te duchas con cubos de agua durante un mes, aprendes a valorar lo que tienes en casa”.

Los rostros de África: la historia de Alfonso y Abinario

Alfonso y sus compañeros afrontan este reto con ilusión y ganas. Es una nueva historia que va a poder contar en su vuelta a casa. Pero el rostro de la educación en África no es el único del que ha sido testigo. También ha visto el de Abinario, un niño muy especial para él. Con él, vivió otra de las grandes problemáticas en África: la sanidad.

Es un tema que Alfonso conoce bien. Ha trabajado en la contabilidad del hospital Simón Mendes, el más grande del país. “El hospital allí son camas y poco más. Si te metes en la UCI a lo mejor encuentras algún aparato algo más sofisticado. Ese presupuesto del hospital es para todo: sueldos, instalaciones, material, etc., son solo 30.000 euros. En estas condiciones, a la mayoría de los médicos no les pueden pagar y están en huelga día sí y día también”.

Allí se conocieron Abinario y Alfonso, que te cuenta la historia. 

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Alfonso: Abinario era un niño muy especial
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