Religión

Auxi Rueda

Directora de Comunicación de la Diócesis de Ávila

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Medir lo inconmensurable

Me estreno hoy por estos lares, compartiendo con vosotros mis reflexiones, mis ideas y mis pensamientos

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Me estreno hoy por estos lares, compartiendo con vosotros mis reflexiones, mis ideas y mis pensamientos. A veces, plasmarlos en un conjunto de letras no es fácil, sobre todo si no te acompañan las musas. Pero, cuando se comunican sensaciones, se transmiten sentimientos, la pluma vuela sola por el papel. O, en este caso, los dedos sobre el teclado del ordenador.

Sentimientos y sensaciones. Eso es lo que me desborda en estos días. Acabamos de cerrar el primer Año Jubilar Teresiano en Ávila, con la mirada puesta en el horizonte de 2023, cuando de nuevo celebremos el Jubileo en esta tierra de murallas, de cantos y de santos. A todos cuantos me preguntaban les confesaba mis ganas de que llegara este momento; seguramente lastrada por el cansancio que supone organizar un acontecimiento de esta magnitud. Ahora que termina, creo que siempre lo dije con la boca chica. Cuando entró la imagen de Santa Teresa de vuelta a su casa natal, sentí una punzada dentro, consciente ya de que esto tocaba a su fin.

Y es que ha sido un año tan intenso, tan impresionante, que da pena que concluya. Quizá aún no somos muy conscientes de lo que significa para una ciudad y una diócesis tan pequeña el privilegio (sí: es un verdadero privilegio) de contar con uno de los pocos Jubileos que existen en el mundo de forma periódica. Tendrá que pasar tiempo para que sepamos digerir todo esto, lo que implica y los frutos que ha generado.

Ahora son otros quienes se esfuerzan por intentar medir lo inconmensurable. Vivimos en un mundo movido por cifras y datos, en el que el éxito y el fracaso dependen de porcentajes fríos. Pasa a menudo cuando hablamos, por ejemplo, del desempleo, señalando únicamente números, olvidando a las personas, sus historias y vivencias. Convertimos la sociedad en un conjunto de mediciones, y nos decepcionamos pronto si éstas no se ajustan a lo que se haya convenido como aceptable. ¿Cómo medir, pues, el éxito de un Jubileo?

Un Año Jubilar no son datos de alojamientos, ni de ventas de recuerdos. No son menús servidos, ni viajes organizados. Todo esto es accesorio, complementario; importante, sí, pero no esencial. Un Año Jubilar es una gracia: la gracia del perdón, de la redención que logra un cristiano cuando se acerca a Cristo por medio de las posibilidades que le ofrece este especial momento; la gracia de sentirse renovado espiritualmente, por medio de la indulgencia plenaria; la gracia de sentirse peregrino, de estar en camino, “en salida”, como nos pide el Papa Francisco. Y, en el caso del Año Teresiano, la gracia de ser tocado en el corazón por el magisterio de la Santa de Ávila, Santa Teresa de Jesús. Todo lo demás, aunque deseable y positivo, viene por añadidura.

Me viene a la cabeza la frase del Evangelio: “Hay más alegría en el Cielo por un solo pecador que se convierta …” Es la conclusión a la que podemos llegar al término de este Año Jubilar. Sin perdernos entre cifras y números, dejemos reposar la semilla que alberga el corazón de cada peregrino. Ese pequeño brote será, sin duda, el mejor de los éxitos posibles

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