Vi una imagen de Cristo muy llagado

Vi una imagen de Cristo muy llagado

Agencia SIC

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Mons. Mario Iceta 1. Estamos conmemorando durante este año el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Los conventos y monasterios de carmelitas han influenciado notablemente la espiritualidad de nuestra Iglesia diocesana. Agradeciendo a Dios este don, quisiera traer el texto en el que describe la Doctora de Ávila, en su libro de la vida, la experiencia de su profunda conversión: "Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no le dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota, que en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese de una vez para no ofenderle." (V 9, 1).

2. La Santa de Ávila describe admirablemente el estado de una vida que aún no ha sido transformada por el don de la conversión: "andaba mi alma cansada". Es éste un síntoma principal de una vida que no ha rechazado plenamente el pecado, ni lucha contra él con esfuerzo y constancia: el cansancio del alma, el tedio, una cierta tristeza dulzona, una especie de melancolía y desesperanza que también relata el Papa Francisco como "elixir del demonio" EG, 83). Esta acedia, tristeza del alma, influye decisivamente en el vigor evangelizador de los cristianos, volviéndolos "pesimistas quejosos y desencantados" (EG, 85). Y generando desiertos espirituales y ambientes áridos. Y la causa de esta tristeza, como relata Santa Teresa proceden de "las ruines costumbres", una extenuante debilidad para despegarse del pecado, de los vicios, modos de vida, hábitos, a veces no suficientemente examinados ni explicitados, que van paralizando el alma e impiden vivir la alegría de la gracia y del Evangelio.

3. Pero Dios mostró en Santa Teresa su gran misericordia mediante un acontecimiento sencillo pero que contenía una explosión de luz y misericordia: mirando la imagen de Cristo muy llagada, se turbó profundamente cayendo en la cuenta del inmenso amor que se revela en la Pasión de Cristo, en su Misterio Pascual. La primera percepción fue de falta de agradecimiento. Fue una profunda experiencia dolorosa y humillante de la propia miseria e ingratitud. Pero esta experiencia la abrió a la conversión, con grandísimo derramamiento de lágrimas, como el hijo pródigo, inconsciente y desagradecido que percibe el inmenso amor que se encierra en el corazón del Padre y que de modo tan insensato ha rechazado.

4. Santa Teresa se arroja a los brazos amorosos de Dios, dejándose acoger por Él, y en ese regazo derramar las lágrimas de la hija perdida, del ladrón arrepentido, de la oveja extraviada. Y en ese regazo suplica fortaleza, suplica la gracia. De Él viene la conversión, la misericordia, la gracia, la posibilidad de recomenzar de nuevo. Creo que este texto puede ayudarnos a emprender con decisión el tiempo de Cuaresma que nos guiará al Misterio de Amor que se encierra en el Santo Triduo Pascual de la Semana Santa. El Señor nos sorprenderá en los acontecimientos de nuestra vida. Ojalá quede impreso en nuestro corazón y en nuestra memoria el amor misericordioso e infinito que se derrama del corazón del Padre y es manifestado en la entrega de su Hijo amado. Emprendamos con humildad y confianza el camino del retorno a casa, dejando la intemperie y soledad de una vida alejada de Dios.

5. Durante este mes también tendremos oportunidad de agradecer a Dios el don de la vida consagrada, al celebrar su jornada el 2 de febrero, fiesta de la presentación del Señor. El Santo Padre Francisco ha querido convocar este año dedicado a la vida consagrada para "mirar al pasado con gratitud", "vivir el presente con pasión", y "abrazar el futuro con esperanza", siendo presencia apasionada de su amor misericordioso en este tiempo de gracia que nos ha correspondido vivir. Son estos "tiempos recios", que diría santa Teresa de Jesús, y "son menester amigos fuertes de Dios para sustentar a los flacos" (Libro de la Vida 15, 5). A esta amistad, que nace y se fortalece en la intimidad de la oración, estamos todos convocados, y de manera especial las personas consagradas, llamadas a testimoniar la alegría que nace del encuentro con el Señor y nos dispone a testimoniar la alegría del Evangelio.

También este mes celebraremos la jornada diocesana de la paz y la reconciliación en Gernika. Qué mejor tiempo que la Cuaresma para abrirnos al ungüento de la misericordia de Dios que nos reconcilia con Él y con los hermanos. Que de la mano de María nos dispongamos a recibir el don de su gracia y de su paz. Con afecto.

+ Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

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