Jornada mundial de oración por las vocaciones

Jornada mundial de oración por las vocaciones

Agencia SIC

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Mons. Gerardo Melgar La valentía de arriesgar por la promesa de Dios. Así reza el lema de Jornada mun­dial de la oración por las vocaciones de este año.

l Señor, al comienzo de su vida pública, llamó a algunos pescado­res: "Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres" (Mt 4,19). A ellos les mostró su misión como me­sías a través de diversos signos. Los educó con su palabra y con su vida para que fueran los continuadores de su misión, les confió el memorial de su muerte y resurrección y los envió a hacer discípulos de todos los pue­blos.

La propuesta de Jesús es ardua. Les pide la entrega total a Dios y la difusión de su Reino, la entrega to­tal de sí mismos para dar verdaderos frutos, saber morir a sí mismos, a su propia voluntad, para vivir desde la voluntad de Dios. Les pide vivir en fraternidad, por eso las vocaciones religiosas y sacerdotales exigen va­lentía para arriesgar la vida por el Señor

Hoy el Señor sigue llamando y llama en todas las edades de la vida. Esta llamada de Dios hoy puede pa­recer extraña, cuando se comprueba que cada vez hay menos sacerdotes.

"La Iglesia es la responsable del nacimiento y de la maduración de las vocaciones sacerdotales y con­sagradas", decía Juan Pablo II en su exhortación postsinodal Pastores dabo vobis.

Hoy la voz de Dios parece ahoga­da por "otras voces" y la propuesta a seguirlo entregando la propia vida puede parecer demasiado difícil. De ahí que toda la comunidad, es decir, la familia, la comunidad cristiana, los sacerdotes, los catequistas, todo cristiano, deben asumir su responsa­bilidad en la promoción de las voca­ciones, porque como decía Benedicto XVI en la Carta a los Seminaristas en 2010: "Los hombres, en la época del dominio tecnológico del mundo y de la globalización seguirán teniendo necesidad de Dios".

Es urgente que cada Iglesia local se haga sensible y preste una aten­ción especial a la pastoral vocacional, promoviéndola entre las familias, en las parroquias, entre los jóvenes, de tal manera que, sin miedos y con va­lentía, se haga a jóvenes concretos la propuesta vocacional.

Esto quiere decir que todos los que formamos la Iglesia y, en espe­cial, los sacerdotes y las familias, he­mos de tener la valentía de indicar por medio de la pastoral vocacional este camino de seguimiento de Jesús.

De ello somos responsables los obispos, que debemos alentar inten­samente en la diócesis una pastoral vocacional, para que la llamada de Dios pueda llegar al corazón de quie­nes ha elegido.

Dicha tarea corresponde a la co­munidad cristiana entera, que debe estimular a responder generosamen­te desde una vida cristiana auténtica, valorar y suscitar la vocación sacer­dotal y a la vida consagrada como una necesidad urgente e imperiosa para toda la comunidad.

La tarea de la promoción de las vocaciones sacerdotales y a la vida consagrada corresponde a todos los miembros de la comunidad:

El signo claro de la vitalidad de una Iglesia local, de una diócesis, se manifiesta en la capacidad de culti­var las vocaciones sacerdotales y a la vida consagrada.

Hoy, que celebramos la Jornada mundial de oración por las vocacio­nes, vamos a pedir especialmente por esta intención al Señor, que siga suscitando jóvenes dispuestos a res­ponder con generosidad a la llama­da, con valentía, sin miedos, y con toda la generosidad de su corazón.

+ Gerardo Melgar

Obispo de Ciudad Real

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