Fe-conversión: Thomas Merton (I)
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Mons. Agustí Cortés En ocasiones hallamos en determinados testigos de conversión a la fe cristiana tal riqueza, que un tratamiento tan breve y resumido parece casi un ultraje. Tal es el caso de Thomas Merton, periodista, escritor, poeta, teólogo y monje. Bien se le puede considerar un prototipo del hombre moderno buscador de la belleza y la felicidad. Su capacidad para estar atento y responder a los problemas actuales le convierte en un testigo de la fe realmente oportuno.
Thomas James Merton nació en Prades (sur de Francia) en 1915 y murió en Bangkok, en 1968. Importante la herencia familiar: de su madre, que murió tempranamente, recordará su deseo de perfección e independencia, de su padre, pintor, la honradez intelectual, la sinceridad, la sensibilidad hacia lo bello y su carácter bohemio. A causa de las frecuentes ausencias de su padre, Thomas queda pronto bajo la tutela de su abuelo materno Pop Jenkins, para quien católicos y judíos eran todos hipócritas y maleantes y "Vaticano" resultaba ser una palabrota. Durante una breve estancia con su padre en Saint Antonin, un pueblecito del sur de Francia, experimenta el encanto de la arquitectura religiosa medieval y de la amabilidad, bondad y sencillez de una familia campesina profundamente católica, que se desvive para curarle de un ataque de tuberculosis. Se traslada a Inglaterra, donde, tras un período breve de fervor religioso entre anglicanos, pierde totalmente la fe "ayudado" por dos circunstancias: una, el sufrimiento ocasionado por la depresión económica y la guerra (se alineó con el pacifismo de Gandhi) y por la muerte de su padre, que sin embargo llegó a mostrársele profundamente religioso; otra, la disponibilidad de recursos económicos sustanciosos aportados por el abuelo. Es el comienzo de una vida abocada al bienestar y al consumo compulsivo. Así confesará:
"No había sitio para ningún dios en este templo vacío lleno de polvo y basura? que yo iba a guardar frente a todos los intrusos a fin de dedicarlo al culto de mi propio y estúpido querer. Y así me transformé en el perfecto hombre del siglo XX? el siglo del gas venenoso y de las bombas atómicas".
En su viaje a América se enamora apasionadamente, aprende a desenvolverse
con soltura en el mundo (se estrenaba como "adulto") y se hace comunista. El "Manifiesto comunista" le parece respuesta mesiánica a los males del mundo, aunque ya veía un futuro de guerras "cada vez más grandes y terribles, calculadas para golpear las cabezas apoyadas sobre cuadrados hombros". Al mismo tiempo ?dirá? "creía en el bello mito de disfrutar lo más que pudiera mientras no hiciera mal a otro".
Se suceden experiencias llenas de significado. En Alemania en un camino rural casi es derribado por un coche cargado de jóvenes nazis, que blandían sus puños, él cae y se hiere un pie. La herida llega a gangrenarse y estuvo convaleciente en el hospital varias semanas: "la muerte me parecía sólo una buena venganza contra la vida". Recuperado, pudo viajar a Roma, donde recibe una fuerte impresión de los mosaicos bizantinos de algunas iglesias: captó la mirada de Cristo "envuelto en una teología de la luz". Decidió saber más acerca de él y se compró un Nuevo Testamento, que leyó febrilmente: había en ello una paz que deseaba para sí mismo. En la iglesia de Santa Sabina empezó a rezar, escondido por la vergüenza.
Sin embargo, aquello fue solo una nube de verano. Significó el inicio de un período de dudas y contradicciones. Vuelto a Estados Unidos por una temporada, se empleó como presentador en un espectáculo poco recomendable, al tiempo que husmeaba en algunas iglesias protestantes sin encontrar paz. Iba a convertirse en un claro ejemplo de que la conversión no es un instante deslumbrador, sino un camino de búsqueda que atraviesa a veces rincones del infierno.errores, de llegar al último día con el alma entera".
? Agustí Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat