Carta pastoral de Mons. Celso Morga: Miramos a la Iglesia

Carta pastoral de Mons. Celso Morga: Miramos a la Iglesia

Agencia SIC

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Queridos fieles,

Después de las siete semanas de Pascua y celebrado el domingo de Pentecostés, hemos entrado en el tiempo ordinario. Ello nos lleva a fijar nuestra atención en la Iglesia. La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza a través de los siglos, hasta que el Señor vuelva de nuevo en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Inmediatamente después de confesar,

en el Credo, nuestra fe en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo confesamos nuestra fe en la Iglesia. Pero no en la Iglesia "a secas" sino en la "Santa Iglesia Católica", según el Símbolo Apostólico, o en " la Iglesia, que es Una, Santa, Católica y Apostólica", según el Símbolo Niceno constantinopolitano. Hacemos profesión de creer en la Iglesia, pero atribuyendo a Dios, Uno

y Trino, todos los bienes y todos los dones que ha puesto en Ella. Por eso la proclamamos Santa porque de Dios por Cristo en el Espíritu Santo, como de su fuente, procede su santidad. La Constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II inicia con estas palabras: "Cristo es la luz de los pueblos. Por eso, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea vehementemente iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia, anunciando el Evangelio a todas las criaturas". La Iglesia no tiene otra luz sino la que proviene de Cristo. Algunos Padres han utilizado la imagen de la Luna, cuya luz es reflejo del Sol, para referirse al misterio del ser de la Iglesia. Hay tantas definiciones de la

Iglesia; pero hay una que expresa con mucha exactitud este misterio excelso: "la Iglesia es el sacramento de la comunión de la Santísima Trinidad con los hombres". Pues bien, esta "maravilla de Dios" con los hombres que es la Santa Iglesia católica se realiza en la comunidad universal de los creyentes, pero también en las distintas comunidades locales o diócesis. Cada una de

estas comunidades o diócesis presidida por un sucesor de los Apóstoles, siempre en comunión con la Iglesia universal que preside en la caridad el obispo de Roma, tienen todos los medios necesarios para nuestra salvación. Por eso, en estas semanas posteriores a Pentecostés, ¡¡cuánto debemos agradecer al Padre habernos llamado por Cristo en el Espíritu Santo a formar

parte de esta "convocación", de esta Asamblea Santa y Católica, a la vez que Una y Apostólica!!

No por casualidad el primer domingo después de Pentecostés celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad y el domingo posterior la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo porque la Iglesia se funda en el designio de Amor de Dios sobre la humanidad y vive de la Palabra y del Cuerpo y Sangre de Cristo y, de esta manera, viene a ser Ella misma Cuerpo de Cristo, nacido de la Virgen María. Por ello, el lunes después de Pentecostés hemos celebrado la memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, y en la oración después de esta Eucaristía hemos pedido al Padre que "después de recibir

la prenda de la redención y de la vida, tu Iglesia, por intercesión maternal de la Virgen, anuncie a todas las gentes el

Evangelio y llene el mundo entero de la efusión del Espíritu".

+ Celso Morga Iruzubieta

Arzobispo de Mérida-Badajoz

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