Carta del obispo de Vitoria por el final de curso

Juan Carlos Elizalde reflexiona en su escrito sobre la actualidad y los últimos meses y anuncia la incorporción de tres mujeres en su Consejo de Gobierno Diocesano

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Muy queridos diocesanos,

¡Feliz fin de curso y buen verano!

El curso diocesano lo acabaremos oficialmente el 30 de junio con la constitución del nuevo Consejo Pastoral Diocesano. He apurado un poco las fechas para que, pasado el verano, comience el Consejo a trabajar con intensidad desde el mismo inicio del nuevo curso. Con todos los datos recogidos en el proceso sinodal, tenemos que seguir acometiendo con entusiasmo el III Plan Diocesano de Evangelización y el Proyecto de remodelación-renovación de la Diócesis.

Termino este curso agradeciendo de todo corazón la labor realizada por todos los que formamos la Diócesis: queridos hermanos sacerdotes, miembros de la vida consagrada, familias y bautizados todos. Gracias por la inmensa tarea realizada en parroquias, zonas pastorales, comunidades, centros de estudio, de salud, residencias, servicios, delegaciones y en vuestras familias. Recuperando la presencialidad, ha sido un curso laborioso y complejo. ¡Somos un buen equipo! ¡No sobramos nadie! Eskerrik asko bihotz bihotzez!

Agradezco de manera especial la difícil tarea de los vicarios episcopales que ejercen en mi nombre la potestad de servicio en los territorios o en las materias que les he encomendado. Ellos me asesoran y asisten para fomentar la acción pastoral en el Consejo Episcopal y su ayuda siempre me acompaña cuando debo tomar decisiones importantes. Los nombramientos sacerdotales, por ejemplo, los hace el Obispo con el consejo de los vicarios episcopales y en diálogo con ellos. Ellos establecen el diálogo con los sacerdotes afectados y con las comunidades. El Obispo es el primero que también dialoga con cada sacerdote e igualmente puede hacerlo con miembros de las comunidades, puesto que tiene la última responsabilidad en el envío sacerdotal, pero la ayuda de los vicarios es imprescindible. Además, en el ejercicio de su ministerio, el gobierno de la Diócesis se hace próximo a la vida de las parroquias y de los sacerdotes.

Entre todos los motivos de agradecimiento en este curso quiero destacar el Sínodo. Está siendo una gracia en nuestra Diócesis. Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, está respondiendo realmente al deseo que hay en nuestro interior.

Los más de 1.200 mujeres y hombres que, divididos por grupos de 10 personas aproximadamente, han participado en estos meses han hecho más de un centenar de aportaciones donde se habla de la labor social de la Iglesia, de la mujer, del laicado, de la formación, de los alejados, de la espiritualidad, del diálogo y del discernimiento, de la corresponsabilidad, de la comunicación, de la comunidad y de la celebración.

De la síntesis presentada en Madrid en la Asamblea Presinodal recojo sólo lo que se proponía a nivel de las diócesis aunque trabajaremos el documento entero, al igual que nuestras aportaciones diocesanas, durante el curso.

Propuestas a nivel diocesano:

– Dar mayor protagonismo a los movimientos eclesiales, las cofradías y hermandades, y a la vida consagrada y monástica en la elaboración de los planes diocesanos. Su aportación puede contribuir a la renovación de la Iglesia, sobre todo a través de los consejos diocesanos de pastoral.

– Desarrollar y aumentar el número de ministerios formalmente reconocidos para los laicos: ministros de liturgia, de la Palabra, de Caritas, de visitadores, de catequistas.

– Priorizar el trabajo en red de todas las realidades que existen en las diócesis.

Todo en este enlace: Síntesis Fase Final Diocesana del Sínodo

Tenemos ante nosotros un verano por delante para descansar un poco, desconectar un tanto, leer, soñar, encontrarnos con tranquilidad y rezar. Puede ser el momento de inmersiones en experiencias de oración, retiros y ejercicios espirituales, también pegados a nuestros monasterios. Es momento también de programar, porque muchas cosas se van “cociendo” y van madurando en estos periodos más tranquilos.

En ese espíritu de escucha, al que tantas veces nos llama el Papa Francisco, y en esta actitud sinodal, en septiembre voy a constituir un nuevo órgano de gobierno en el que haya una mayor representación de los fieles. Junto al Consejo Episcopal voy a constituir un Consejo de Gobierno Diocesano, en el que se integrarán todos los miembros del Consejo Episcopal y aquellos laicos que sean considerados idóneos, tanto por su profesión, como por su compromiso y experiencia al servicio de la Iglesia.

En un primer momento serán designados cuatro, de los cuales tres serán mujeres. A ese Consejo Diocesano de Gobierno le encomendaré el asesoramiento máximo en aquellas cuestiones que afecten a la vida de nuestra Iglesia, con respeto siempre a los asuntos que tiene actualmente encomendados el Consejo Episcopal.

Como recordaba antes, en este momento nos alegramos enormemente por retomar poco a poco la vida presencial comunitaria. Lo estábamos deseando.

La Diócesis quiere seguir albergando e impulsando iniciativas abiertas a todos para favorecer el encuentro y para vivir la fe con los hermanos. Así, hemos retomado las jornadas sacerdotales como se hacía antes, las procesiones de Semana Santa y del Corpus, tras dos años sin salir. Las peregrinaciones vuelven a la agenda. Se reabre la Capilla de la Adoración Perpetua y se reactivan retiros y ejercicios para laicos y para sacerdotes, campos de trabajo, voluntariado, campamentos y muchos otros proyectos que impulsan a la comunidad.

Pese a ello, no bajamos la guardia donde no hay que bajarla. Tampoco nos hemos despreocupado de la guerra de Ucrania que estalló a últimos de febrero, acogiendo y acompañando refugiados. Sigamos rezando por la paz en todo el mundo y sigamos teniendo en nuestra oración a los fallecidos durante los meses más duros de la pandemia y a sus familias.

No quiero terminar esta carta sin pedir perdón a todas las personas a las que haya podido hacer sufrir en este curso por mis equivocaciones y pecados o por el simple ejercicio de mi responsabilidad pastoral, en algunos casos. Como Obispo soy garante del saludable desarrollo de la vida de esta Iglesia en la liturgia, en la pastoral, en el anuncio del Evangelio y en la caridad. En la medida en que la vida de la Iglesia transcurre en el ancho cauce en el que cabemos todos –y yo tengo que luchar por garantizarlo– todos nos predisponemos a la confianza y yo el primero. Así lo siento vivamente.

La comunión eclesial dispara la confianza entre todos y la falta de comunión siembra desconfianza en la comunidad. Al Corazón de Jesús, en su solemnidad, le confiamos nuestra fraternidad eclesial afectiva y efectiva.

Sigo, más que nunca, comprometido y confiado en el Señor en mi tarea como pastor de la Iglesia que peregrina en Vitoria, por lo que os pido vuestra oración, apoyo, consejo y sugerencias para continuar trabajando corresponsablemente en nuestra Diócesis, sin ningún tipo de exclusión. Contad humildemente también con mi oración y mi completa disponibilidad.

Mi bendición con todo mi afecto. Agur besarkada bat!


+ Juan Carlos Elizalde
Obispo de Vitoria


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