Carta del obispo de Lleida: «17 de enero. San Antonio Abad»

Salvador Giménez Valls dedica su escrito de esta semana a reflexionar sobre la figura de san Antonio Abad, cuya festividad celebramos en el proximos días

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En el calendario de nuestro escritorio o el que está colgado en la pared de la cocina hay unas fechas señaladas en rojo. Son los domingos o las fiestas importantes. Los restantes números aparecen en negro. En algunos calendarios se usa el color verde para indicar las fiestas de las distintas comunidades autónomas. El día 17 de enero está marcado en negro; sin embargo es una fecha que concita mucha expectación, es la fiesta de san Antonio, Abad, y el pueblo cristiano le tiene mucha devoción al patrón de los animales y protector de los bienes naturales que Dios ha creado para beneficio de los seres humanos. Este santo, como ya sabéis, vivió en Egipto durante los años 251 al 356. Parece que su dedicación fue la de labrador. Hacia los 20 años, vivamente impresionado por la lectura de los evangelios, decidió donar todas sus posesiones a los pobres y retirarse al desierto de la Tebaida. Fundó los primeros monasterios conocidos y atrajo a muchos cristianos a seguir su modo de vida de silencio, de oración y de pobreza. Se extendió rápidamente la devoción al santo en las comunidades cristianas llegando hast hoy su influencia.

En la ciudad de Lleida es muy popular la bendición de animales de compañía a las puertas del oratorio de La Sang, tras la celebración de la Eucaristía, ese mismo día 17. Como se ha hecho en años anteriores por cuestiones laborales, los labradores organizarán para el sábado siguiente la cabalgata con los animales del trabajo ordinario. Acuden muchos devotos y la invitación está abierta a todos los que deseen participar en la misma.

Seguramente es un buen día para recordar y agradecer la vida y el trabajo de las gentes del campo; las de nuestras comarcas son muy conscientes de la importancia de la agricultura y de la ganadería para el bienestar de toda la sociedad. Últimamente la creatividad y el esfuerzo han hecho posible nuevas formas de cuidado del campo, extensión de las zonas de regadío, ampliación en cantidad y calidad de granjas, mecanización y aprovechamiento de visitas turísticas. Y muchos etcéteras que harían excesivamente prolijo enumerar. Sin embargo hay también nubarrones que se ciernen sobre las cabezas de este importante sector que conviene no olvidar y que sus reivindicaciones merecen ser atendidas con rapidez y eficacia. Los creyentes lo hacemos también solicitando la ayuda de Dios y la intercesión de san Antonio.

Existe una tentación que, con seguridad, se ha producido siempre a lo largo de la historia y contra la que es conveniente luchar con tenacidad y constancia. Es la siguiente: que cada sector o colectivo busque su propio beneficio y se aproveche de su situación más o menos privilegiada reclamando aquello que le parece justo pero acentuando el individualismo y olvidando la solidaridad con otros grupos y sectores. El cristiano pide para sí pero no relega al hermano, exige justicia para sus reivindicaciones pero no menosprecia las peticiones ajenas, trata del propio bienestar y felicidad personal y familiar pero está atento a aplicar el mensaje del amor hacia todos que predicó Jesucristo y que impregna nuestra vida desde el bautismo participando en la creación de un mundo más justo y fraterno con todos los hombres de buena voluntad.

Por esta razón hoy todos nosotros nos acercamos y comprendemos mejor la situación de quienes viven del campo y se sienten golpeados por tormentas o por sequías, por granizos o por vendavales, por competencias desleales o por escasa producción que impide una vida digna; por promesas incumplidas y por falta de comprensión ante las necesidades expuestas constantemente.

Que san Antonio esté cercano a todos ellos y que su celebración festiva les abra el corazón para preocuparse por los más frágiles de nuestra sociedad.


+ Salvador Giménez Valls

Obispo de Lleida


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