Carta del obispo de Guadix: «Cuaresma 2022»

franciscojesusorozco

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Queridos hermanos:

El miércoles de ceniza nos ofrece un itinerario hacia la Pascua. El Señor nos regala este tiempo como cuarentena espiritual para pasar de la enfermedad y muerte espiritual a la Vida que no tiene fin. La Cuaresma toma su nombre y quehacer del ejemplo de Jesús que, terminado su Bautismo, fue llevado por el Espíritu Santo al desierto, donde pasó cuarenta días en la soledad, en ayuno y oración. Por eso, la Cuaresma es el tiempo del despojo, del silencio, de Escucha, de conversión.

En este tiempo de pandemia, en el que aún estamos inmersos, todos hemos vivido la experiencia, bien porque hemos tenido el virus o porque hemos estado en contacto estrecho con un positivo, de las recomendaciones, por parte de los técnicos sanitarios, de recogernos unos días confinados en el hogar para vencer la enfermedad y posibilitar las condiciones propicias que ayuden a nuestro organismo a sanar.

La cuaresma tiene mucho de este combate: el miércoles de ceniza se nos señala con la cruz, un verdadero “PCR” que nos recuerda que somos pecadores. La Iglesia, nuestra Madre, es el hogar para vivir nuestra cuarentena y la mejor especialista para recetarnos los óptimos remedios contra el virus del pecado. Nos invita no sólo a oír, sino a la escucha asidua de la Palabra de Dios, a vivir un confinamiento interior de cuarenta días, para acceder a las condiciones que nos permiten recobrar la salud espiritual, que es un don del Señor y de su Misericordia. Como nos ha dicho el Papa Francisco, “una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar es más que oír”. (Discurso con ocasión de la conmemoración del 50º aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17-de octubre de 2015). Es el tiempo de convalecencia que “nos hace madurar una docilidad que nos dispone a acoger su obra en nosotros (cf. St 1,21), que hace fecunda nuestra vida” (Papa Francisco, Mensaje Cuaresma 2022).

El virus del pecado repite en nosotros las tentaciones del demonio que Jesús, el Señor, vivió durante su confinamiento en el desierto. Hoy, de muchas formas, el padre de la mentira nos sigue diciendo a los hombres: “Si, postrándote me adoras, te daré el mundo”. Este el orgullo al que nos conducen las células del mal que la tentación diabólica inocula en nosotros con sus falsas promesas y cuyo único intento es quitar a Dios de los corazones y de la vida de los hombres: “¡Fuera Dios, dios soy yo! El demonio siempre engaña, siempre ofrece felicidad falsa. Quien se entrega al vicio, al pecado, eso es el mal, se aleja de Dios y de su Voluntad y entra en la noche y en el dolor de la vida, que nos pierde en las heridas que el mundo no puede consolar.

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