Carta de Cuaresma: alegría, servicio y sanación

Carta de Cuaresma: alegría, servicio y sanación
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Mons. Juan Carlos Elizalde Queridos diocesanos: os deseo una Cuaresma profunda y llena de esperanza que nos conduzca a la Pascua. Una Cuaresma 2019 como tiempo de alegría, servicio y sanación. Nos unimos a los hombres y a las mujeres que hoy, como en los primeros siglos, recibirán el bautismo en la Vigilia Pascual. Este tiempo de preparación inmediata es un tiempo de conversión, crecimiento, renovación y de profunda alegría, la alegría de la víspera.
n la Iglesia del Papa Francisco en este momento de purificación, preparando con ilusión la ordenación episcopal del Obispo Auxiliar de Bilbao, nuestra diócesis hermana, e inmersos en la línea 4ª del III Plan Diocesano de Evangelización, nos adentramos en la Cuaresma 2019. En medio del Jubileo Mariano, comenzando la Visita Pastoral del Obispo al Arciprestazgo Centro y trabajando sinodalmente la renovación-remodelación de la Diócesis, nos vamos preparando para la Pascua.
Garizuma datorren eta badoan denbora da, ibiliz bizitzeko aldia, kokatu barik, geratu barik, negar barik, itxaropena pil-pilean eta Pazkoa helmugan.
"La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios" (Rm. 8, 19), es el lema del mensaje del Papa para este año. Recojo su sentido en mi carta.
Quiero compartir con vosotros 3 temas que nos puedan ayudar en nuestro camino de seguimiento al Señor: alegría, servicio y sanación.
Sostenía hace poco el articulista que mucha gente vive habitualmente con tres, cuatro y hasta cinco de estos síntomas: te sientes vacío; sientes que te falta algo y no sabes el qué; las cosas han dejado de ilusionarte; te sientes apático; vives la mayoría del tiempo en piloto automático; hace tiempo que no te sientes feliz, que nos disfrutas de la vida; tu voz interior te dice que necesitas un cambio; envidias la vida de otros; te sientes perdido, no sabes qué dirección tomar; empiezas a sentir ansiedad o tristeza y no tienes claro a qué atribuirla; hay algún aspecto importante de tu vida que lleva tiempo sin ir bien; lo que haces ha dejado de llenarte.
La Cuaresma es precisamente tiempo para dar respuesta a estas situaciones vitales que a veces nos asaltan. Se nos ha hecho una promesa de felicidad que habita en nuestro corazón y no estamos dispuestos a renunciar a ella para seguir vegetando. Jesús de Nazareth aparece en nuestro horizonte para que tengamos vida y vida abundante (Cf. Juan 10,10) inundándonos de una alegría que nadie nos puede arrebatar (cf. Juan 16,23). Seguirle junto a nuestros hermanos en la Iglesia es peregrinar en ese camino de plenitud. Pero seguirle supone acompañarle en la crisis del seguimiento y en la muerte para compartir con Él la Resurrección.
Ser cristianos no nos hace diferentes de nuestros hermanos y amigos. Somos de la misma pasta. Cuando uno se pregunta qué hacer con su vida y escucha al propio corazón, se lleva muchas sorpresas. Se sorprende, por ejemplo, con unos deseos inmensos de ternura, con una sed infinita de verdad y de belleza y con una necesidad de torrentes inagotables de alegría. La sorpresa es mayor aún, cuando uno desciende a la realidad y la encuentra limitada y pobre. Los deseos del corazón topan bruscamente con este trabajo, esta familia, estos amigos, esta comunidad y estas cualidades personales.
Ni uno mismo, ni los de su entorno, parecen capaces de calmar esa sed de felicidad que se lleva dentro. Sin embargo, ni la sed se apaga, ni uno pone distancia de sí mismo ni de los suyos, porque son su vida real. Algunos se resignan y ahogan lo que late en su interior, absolutizan y apuran las migajas que logran atrapar. Otros, más inconformistas, deciden huir de la realidad reservándose para una vida y comunidades ideales que nunca llegan, mientras dejan de vivir ésta con sus posibilidades reales.
Un hecho cambia por completo el panorama. Dios se hace hombre (Cf. Juan 1,14). Toda la ternura, la verdad, la belleza y la alegría de Dios se encierran en un hombre. Todo lo divino ha descendido hasta las entrañas del mundo. Cristo ha asumido todo lo humano, toda su realidad pobre y frágil. Y, desde entonces, las circunstancias limitadas y grises que a uno le agobiaban, pueden contener ahora tesoros ilimitados que colman las expectativas del corazón. La fuente, en palabras de San Agustín, ha acudido al sediento y es mayor que la sed. Desde esta realidad limitada del propio corazón y de los que nos rodean, se puede vivir permanentemente colmado de alegría. Uno, aquí y ahora, puede vivir la vida de Dios. Puede tener experiencia de su amor. Siendo finito puede entrar en contacto y participar de lo infinito, siendo temporal se hace capaz de la alegría de la eternidad.
Ésta fue la experiencia de los apóstoles, de los discípulos y de los amigos de Jesús.
Ésta es la experiencia que nos comunicaron y por la que dieron la vida. Ésta empezó a ser la experiencia de los primeros cristianos al ser bautizados en la Pascua. A esta experiencia se preparaban en la Cuaresma. ¡Ésta es nuestra experiencia! Podrá estar dormida, pero es real, nos ha pasado, ha llegado a nosotros. ¡Cuaresma para avivar esta experiencia! ¡Para pasar de la creencia a la vivencia, a la experiencia! Santo Tomás de Aguino lo decía muy bien: "Creemos en algo porque antes hemos creído en Alguien". No nos vamos a conformar con algo ?moral, doctrina, teología? cuando creer es adherirnos a Alguien, Jesús de Nazareth, verdadero Dios y verdadero hombre. La fe es un encuentro, un acontecimiento.
El Papa Francisco en el número 266 de Evangelii Gaudium describe por dentro qué significado tiene este encuentro:
La existencia y sentido de la Iglesia se juegan en el primer anuncio de Jesús. Por tanto, la revitalización de nuestras parroquias dependerá? de nuestra vida espiritual y conversión, de nuestra capacidad de vivir en profundidad el evangelio y de saberlo transmitir mediante nuestra vida y entrega incondicional a los demás. Creo que no es sólo necesario buscar fórmulas nuevas, metodologías eficaces, o nuevas tecnologías para hacerlo. La clave está? en el corazón del evangelizador. Lo otro, los medios, cada uno los usara? en la medida de sus posibilidades. Pero los medios no transmiten la fe; es el Espíritu Santo, protagonista de la evangelización, quien lo hará?, si encuentra el instrumento adecuado.
La Cuaresma es un tiempo privilegiado para el primer anuncio y la conversión. La página web de la Diócesis está repleta de acciones encaminadas al encuentro con el Señor. ¿Por qué van a ser para una minoría? Destaco:
Es la línea 4ª del III del Plan Diocesano de Evangelización que estamos trabajando este curso.
El primer anuncio y la conversión en nuestra Diócesis son auténticos si aterrizan y se encarnan en el encuentro y promoción con las personas más pobres y vulnerables.
De nuevo, en esta Cuaresma, hacemos nuestras las palabras del Papa Francisco:
¿Son sólo palabras? Gracias a Dios no y en nuestra Diócesis tampoco. Sin los pobres nos quedamos también sin Jesús. Esa es la verdad.
Una de las iniciativas de la Comisión de Seguimiento del Plan Diocesano de Evangelización, son unos dípticos que pretenden acompañar en la oración y reflexión a lo largo del tiempo de Cuaresma y Pascua. Con esta iniciativa, se pretende concretar la línea 4ª del Plan.
Uno de los caminos de concreción de la línea 4ª es la Apuesta por la Ecología integral. El Papa Francisco en la encíclica Laudato si? nos invita al compromiso por la ecología integral humana. En nuestra sociedad cada vez hay una mayor sensibilidad ante los temas ecológicos.
Todo este contexto invita a plantearnos los siguientes objetivos y acciones:
Nos unimos igualmente con nuestro trabajo a las iniciativas eclesiales que promueven un Trabajo Decente. Así, y haciendo más concreto este concepto, nos acercamos al mundo del trabajo apostando por conocer el sector llamado Empleadas de hogar.
Es un sector laboral que padece un porcentaje muy alto de irregularidad contractual, con bajos salarios e incluso con explotación laboral. Es un sector donde la mayoría de sus trabajadores son mujeres, migrantes y colectivos de baja cualificación profesional. Sector laboral individualizado, carente de apoyo sindical e institucional, etc.
Sabiendo que es una tarea a largo plazo y con muchos aspectos a trabajar, nos proponemos los siguientes objetivos / acciones para este curso:
A lo largo de la elaboración del Plan Diocesano de Evangelización se nos ha invitado a mejorar la coordinación interna como Diócesis en las iniciativas de acción social.
Es por ello que nos hemos propuesto:
La Delegación Diocesana de Misiones de Vitoria acoge el Plan Diocesano de Evangelización como un impulso a la actividad misionera de la Iglesia Diocesana.
Coincidiendo con los 100 años de la publicación de la Carta Apostólica Maximun Illud, por el Papa Benedicto XV, el Papa Francisco ha convocado, en todo el mundo, un Mes Misionero Extraordinario (MME) en octubre de 2019. A través de 7 objetivos y sus acciones queremos llegar a cumplir el encargo de pasar de ser Misión Diocesana a ser una auténtica Diócesis Misionera. A lo largo de esta iniciativa indicamos el objetivo y acción de la misma que se corresponde con cada propuesta. Sin pretender ser exhaustivo destaco las convocatorias más generales:
Sanación es lo que necesita nuestra humanidad y nuestra Iglesia tal como el Papa Francisco ha apuntado en el reciente Encuentro en Roma para la Protección de Menores. Cuaresma es tiempo de conversión, tiempo para rezar con especial intensidad por los menores abusados y por los adultos abusadores dentro y fuera de la Iglesia. La conversión de éstos últimos garantizaría la reparación y la mejor ayuda para las víctimas. "Para Dios nada hay imposible" (Lc1,37).
En la tercera línea del III Plan Diocesano de Evangelización se apuesta por: "Acompañar personal y comunitariamente en los distintos momentos de la vida; y atender de forma personalizada en el Sacramento de la Penitencia, con diálogo personal y absolución individual". Desde el primer momento juntos, hace tres años ya, he hablado de este tema, porque me sorprendió tremendamente el abandono en que había caído la reconciliación de cada penitente en el Sacramento de la Penitencia, a pesar de la claridad con que habían hablado mis predecesores. Lo último que quiero al hablar de este tema es herir a nadie y por eso lo digo con temor y temblor, pero tampoco puedo mirar a otro lado.
El número 32 de la Exhortación Reconciliación y Penitencia de San Juan Pablo II dice:
Está claro que en la Diócesis de Vitoria no se dan las circunstancias que se contemplan para la absolución general que sólo puede ser impartida "en casos de grave necesidad" y "a juicio del Obispo" (RP 33). Sobre todo, en Adviento y Cuaresma se celebra en las comunidades de la Diócesis la segunda forma: reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución individual. Es una alegría porque se invita a la reconciliación de manera profunda, motivados por la Palabra del Señor y se visibiliza el aspecto comunitario y eclesial del Sacramento de la Penitencia. Pero tengo que decir que en algunas celebraciones casi desaparece la atención personalizada y la dimensión personal del Sacramento ya que el fiel se limita a decir ante el sacerdote: "Soy pecador", "Me arrepiento de mis pecados" u otra fórmula semejante. Ahí no existe ningún diálogo, ni se confiesa ningún pecado y por tanto queda en entredicho el Sacramento de la Reconciliación. La confesión de los pecados es parte integrante del Sacramento de la Penitencia y la expresión "Soy pecador" no es confesión de los pecados ni añade nada a la mera presencia del penitente que ya está diciendo con eso mismo que es pecador. El Ritual de la Penitencia, fruto del Concilio Vaticano II, en su número 18 dice: "Después, el penitente confiesa sus pecados, empezando, donde sea costumbre, con la fórmula de la confesión general: "Yo confieso?" El sacerdote, si es necesario, le ayudará a hacer una confesión íntegra, además le exhortará para que se arrepienta sinceramente de las ofensas cometidas contra Dios". El Papa Francisco en el Prefacio que facilitó para el Examen del Sacramento en la Cuaresma de 2018 decía: "El punto de partida es el examen de conciencia, el dolor sincero por el mal cometido. Seguido de la confesión de los pecados individuales, de modo concreto y sobrio. Sin avergonzarse de la propia vergüenza".
El canon 988 del Código de Derecho Canónico recuerda que el fiel está obligado a confesar los pecados graves y el 989 recomienda que se confiesen también los pecados veniales. Los pecados veniales pueden perdonarse de otras formas ?oración, limosna, ayuno etc.? pero si, como es de desear, quieren ser perdonados en el Sacramento de la Penitencia, deben ser confesados con sencillez y sin escrúpulo. La Exhortación Reconciliación y Penitencia en su número 31 dice: "Se comprende, pues, que, desde los primeros tiempos cristianos, siguiendo a los Apóstoles y a Cristo, la Iglesia ha incluido en el signo sacramental de la Penitencia la acusación de los pecados. Esta aparece tan importante que, desde hace siglos, el nombre usual del Sacramento ha sido y es todavía el de confesión". Y Confesión de los pecados no como tortura y humillación sino como liberación y diálogo sanante y medicinal. Cristo Médico, a través del ministerio del sacerdote, sana y libera a la persona herida por el pecado. La expresión "Soy pecador" impide este diálogo entre el sacerdote y el fiel en el que el Señor se hace presente y decir sólo esta expresión contribuye inevitablemente a dotar a la absolución sacramental de un carácter mágico.
Quien piensa que se puede añadir la confesión de los pecados después de decir "Soy pecador", olvida que en una celebración así, la persona que dedique un momento al diálogo queda señalada, porque canónicamente sólo hay obligación de confesar los pecados graves. La consecuencia en nuestra Diócesis es que prácticamente se ha dejado de usar o ha quedado descuidada la reconciliación de cada penitente. Se ha desmoronado en gran parte la experiencia de conversión y por tanto casi ha desaparecido este estímulo vital para la renovación personal y comunitaria.
En absoluto acuso de mala intención a fieles y pastores, pero muy frecuentemente, quien se ha acostumbrado a celebrar de esta forma no adecuada el Sacramento de la Penitencia, es difícil que habitualmente se abra a la conversión y pueda haber un cambio en su vida a través del Sacramento. La confesión de los pecados no es la causa del perdón, pero sí elemento integrante del mismo como ocasión y recepción de la misericordia de Dios. Tampoco quiero generar conflictos innecesarios, pero muchos fieles y algunos sacerdotes me preguntan si está bien o mal lo que hacen en sus parroquias. Les contesto que está mal y que no se ajusta a la manera de celebrar de la Iglesia, que es quien administra el Sacramento, cuando se recurre a la fórmula "Soy pecador" repetida por cada fiel, de pie, en fila, con muy pocos sacerdotes y muchos fieles, sin posibilidad de un sencillo diálogo. Cuando no se puede contrastar nada ni se puede recibir un escueto consejo del sacerdote, no se está celebrando bien el sacramento y a veces se está impidiendo más que facilitando la conversión al Señor.
Pongo todo mi afecto cuando digo humildemente que los sacerdotes deberíamos complicarnos más la vida llamando a más compañeros para la celebración, dando más facilidades para el diálogo ?sentados, por ejemplo?, estando más accesibles para confesar todos los días media hora antes de las Eucaristías, aconsejando de manera personal en temas complejos en los que nos necesitan los fieles y confesándonos también nosotros mismos. Si nosotros no contrastamos nuestra vida personal y pastoral en el Sacramento de la Reconciliación ¿cómo vamos a ayudar a otros? Yo estoy abierto a que podamos hablar de estos temas en nuestros arciprestazgos, reuniones de zona o conversación personal, pero lo que hay que corregir hay que corregir. Gente que ha experimentado la misericordia de Dios en el Sacramento de la Penitencia, tal como lo celebra la Iglesia, lo agradece para siempre.
Lo digo con todo el cariño que puedo y creo sinceramente que entre todos podemos vivirlo como lo viven casi todas las diócesis del mundo porque es una experiencia de la Iglesia universal. ¿Por qué complicar lo que es tan sencillo? ¿Por qué oscurecer lo que es tan claro? ¿Por qué favorecer tan poco la conversión, el cambio del corazón y una renovación personal y pastoral? Nos jugamos mucho en el tema de la verdadera conversión. Esto no depende de tendencias teológicas, ni de gustos progresistas o tradicionales. No hay verdadero sacramento donde no haya confesión personal de los pecados (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica 1456). A nadie le es lícito alterar la composición del Sacramento de la Penitencia. Las celebraciones comunitarias de la Penitencia, sin verdadera confesión personal de los pecados, no pueden ser consideradas como un verdadero sacramento. Quien las presenta como una forma válida del Sacramento de la Penitencia, confunde a los fieles y altera gravemente la disciplina de la Iglesia.
Me cuesta decirlo porque soy consciente de lo difícil que es cambiar algunas costumbres, pero con buena voluntad, comunicación y afecto lo podemos conseguir. Está en juego el mayor bien de nuestros hermanos. Entre pastores y fieles, cada comunidad irá dando con la celebración penitencial óptima aunando el sentir de la Iglesia y la propia realidad pastoral e incorporando también el servicio diario de este sacramento.
El Papa lo dice con más frescura y sencillez, pero quería aclararlo canónica y teológicamente. Le escuchamos:
En el Sacramento de la Reconciliación el Señor nos sana.
La curación ocurre a través de mediaciones muy humanas como el sacerdote.
Merece la pena superar la dificultad de la pereza o la vergüenza.
Senideok: Garizuma bidea zabalik dago. Gure bihotza elikatzeko eta berriztatzeko dugun graziazko aldi hau ez dezagun alperrik galdu. Gure bihotz-berritze bide honetan onartu eta estutu dezagun Jainkoak luzatzen digun eskua. Txikiak eta bekatariak gara baina Jaunaren Eguna, bere Pazkoa ospatu gura dugu. Garizumako ibilbide zoriontsua! Pazko egunean Jesus Berpiztuarekin bat egitearen poza izan dezagula!
Un abrazo con todo mi afecto y mi bendición
+ Juan Carlos Elizalde
Obispo de Vitoria