Un amor que impulsa un camino de vida

Un amor que impulsa un camino de vida

Agencia SIC

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Mons. Javier Salinas Cuando los novios preparan la celebración litúrgica de su boda, casi todos eligen un texto de San Pablo que refleja la imagen de quien quiere amar de verdad. Recordémoslo: "El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca" (1Co 13,4-8). Una visión del amor que no nace sólo de la propia experiencia humana, aunque está arraigado en ella. San Pablo habla de un amor que tiene su realización más sublime en Cristo. Quien cree en Él y sigue sus pasos puede hacer propia esta propuesta: "amaos unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos"(Jn 15, 12-15).

Hoy se habla mucho el amor, pero nunca había estado tan confuso su significado. Los cristianos también vivimos esta situación, pero nos dejamos iluminar por lo que Dios nos ha revelado sobre el alcance del amor entre hombre y mujer en todas sus dimensiones. En efecto, "Dios, que ha creado al hombre por amor lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (cf Gn 1,27), que es Amor (cf 1Jn 4,8.16). Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador (cf Gn 1,31)" (CIC,1604).

En el Nuevo Testamento el amor es presentado como una ofrenda, una entrega total al otro, buscando el bien de la persona amada. El sacramento del matrimonio celebra este amor que tiene su fundamento en el amor de Cristo por su Iglesia, y se convierte en fuerza que va transformando el amor de los novios para que puedan amarse en toda circunstancia, aún en las dificultades y crisis implícitas en la convivencia humana.

A menudo creemos que el lenguaje del amor queda reducido a la relación de pareja. Pero el amor humano no se puede reducir a una sola dimensión, pues marca a todas las personas y en cualquier circunstancia de su vida. El amor tiene distintas realizaciones. La conyugal tiene un tono de amistad única y exclusiva, de transparencia y fidelidad. Las relaciones entre las personas nos abren al misterio de cada cual y hace comprender que el don de uno mismo es la mejor manera de realizarse. Un verdadero amor debe asumir también el riesgo del sufrimiento por el otro. Una dimensión que nos lleva a superar una visión del amor centrada en nosotros mismos.

? Javier Salinas Viñals

Obispo de Tortosa

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