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La vida de caridad, de amor al prójimo, "señal de identidad de los cristianos"

El periodista y sacerdote Josetxo Vera sigue reflexionando en 'Siempre Aprendiendo' sobre la nueva campaña de la CEE, #HazMemoria, que esta semana aborda el tema de la caridad

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Josetxo Vera
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Tiempo de lectura: 4'Actualizado 12:57

Seguimos adelante haciendo memoria de la vida de la Iglesia y lo que hace tanta gente consagrada al Señor. Una actividad que tiene tantos flecos y tantas realidades que son vida de la Iglesia y que a veces permanecen muy ocultas porque tantas veces los cristianos no contamos lo que hacemos.

Hoy, en este #HazMemoria de la vida de la Iglesia me gustaría hablar de un tema esencial, la vida de caridad, el signo distintivo de los cristianos, la señal de amarse unos a otros que hace visible el amor y la pertenencia a una comunidad cristiana.

La vida de caridad se hace visible en tantísimas obras de la Iglesia, educativa, asistencial, hospitalaria, de acompañamiento, comedores sociales. Un rasgo esencial en la vida cristiana. Cada comunidad y cada cristiano viven un encuentro personal con Jesús, al que conocen en el anuncio del Evangelio y tiene un trato personal con él. Jesús se convierte en un personaje cuando se habla de Él y es una persona cuando se habla con Él.

Esa conversación con el Señor le lleva al cristiano a cambiar de vida, a mejorar sus virtudes, a discernir mejor su entrega, ese trato personal con Jesús da un fruto primero y evidente que es la vida de caridad. El Señor nos envía con la misión de amarnos unos a otros. Ese amor que es rasgo distintivo de la especie humana es, en la vida cristiana, el origen, la compañía y la meta.

Hay muchos cristianos que se han convertido en ver los detalles de amor de unos a otros. Lo tenemos claro en los primeros siglos de la Iglesia, como el amor de los cristianos fue causa de que muchos otros quisieran ser cristianos. El amor es compañía de la vida cristiana.

En el encuentro entre personas, la relación amorosa que se establece puede ser diversa. Puede ser de tipo afectivo, como la que se da en la familia; de amistad, que se da entre los amigos; de caridad, que se establece con el necesitado; de entrega, como la que se da entre los esposos. La relación con Dios, que es también de amor, se basa en la de la amistad (“Ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos”) y la entrega (“vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme).

En el fondo el Señor nos dice que esa vida de caridad es con el prójimo, que a lo mejor no es necesitado, pero en el fondo lo que te pide es atender las necesidades que tiene, sean las que sean. La persona que está a tu lado está necesitada de ti y de Dios. La vida de caridad, de amor al prójimo, es la señal de identidad de los cristianos. Ese amor al prójimo que se expresa de manera sublime en la parábola del buen samaritano, establece que el amor, que es ordenado, se dirige primero a los que están próximos, a los que son el prójimo, con los que se establece una relación de fraternidad.

El amor al prójimo se establece con el que está cerca. Ese es el único criterio. Y está por encima de raza, ideología, planteamiento vital o cuestionamiento político. La caridad es el motor que impulsa a la comunidad cristiana a salir de sus grupos cerrados y a poner la Iglesia en salida misionera, como pide el Papa Francisco para salir al encuentro del otro.

La verdadera caridad es capaz de incorporar todo esto en su entrega. Llega al que está cerca, pero procura alcanzar también al que está lejos, al que es ignorado, al que sufre consecuencias dramáticas fruto de la pobreza o de la falta de recursos.

La Iglesia mueve a los cristianos a atender las necesidades de todos y dispone para ello de organizaciones de ayuda que pueden llegar a cualquier lugar en cualquier momento. Cáritas, Manos Unidas y miles de otras instituciones más, se les pide hacer llegar el amor al prójimo a todos los rincones de la tierra: llega al hermano más lejano o incluso ignorado.

La vida de caridad es una puerta de entrada a la Iglesia. En muchas ocasiones ese amor compartido está también en el origen de una vuelta a la fe, cuando miles de personas se acercan a Jesucristo por el testimonio de la caridad de los cristianos. La caridad es una fuente inmensa de apostolado, una puerta por la que muchas personas acceden a la comunidad cristiana.

La vida de caridad es el criterio que evalúa la calidad de la vida cristiana. Se origina en el reconocimiento del otro, de su dignidad inmensa, de su categoría de imagen de Dios en el mundo. Ninguna otra circunstancia, raza, condición personal, ideología, acciones, capacidad o valía, menguan esa dignidad. Al reconocer el valor del otro y tratarlo conforme a ese valor infinito, la vida cristiana se muestra en el mundo luminosa y atrayente.

La caridad puede construir un mundo nuevo. Es la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos, dice el Papa Francisco. Donde se manifiesta el amor al prójimo surgen innumerables iniciativas de ayuda para satisfacer las necesidades humanas de las personas en dificultad.

Si quieres contribuir al cambio del mundo no hace falta que vayas a una guerra, basta con que hayas bien al prójimo. La vida de caridad es con las personas que tienes al lado. A partir de allí surgen las iniciativas para todas las dificultades. Hay una expresión fácil de la vida de la caridad que son las obras de misericordia que además son las que el Señor pone para formular el juicio final. Esas obras de misericordia son un criterio de evaluación de nuestra vida de caridad.

En España miles de instituciones impulsadas por instituciones católicas atienden a cientos de miles de personas cada año que, por sí mismas o por las circunstancias en las que viven, no pueden salir adelante. En ellas se implican decenas de miles de voluntarios que sostienen esa actividad con su tiempo, con su oración o con su aportación económica, expresión visible de una vida de caridad.


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