Después de contarnos el primer atraco que sufrió al mando de su taxi en la entrega de ‘Crimen y castigo’ dedicada a las situaciones más duras vividas por trabajadores nocturnos, Paco de Alicante comparte una de las vivencias que más le han marcado. 

Ocurrió en los años noventa. Una noche de invierno el taxista recibió el aviso para realizar un servicio. Al llegar al punto de recogida, se encontró con un señor mayor. Le pidió que esperara un momento mientras bajaba su hermana. Tuvo que aguardar varios minutos hasta que la señora se montó en el vehículo. Estaba llorando y le indicó que se dirigiera al hospital más cercano porque el señor se encontraba mal del pecho.

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David G. Triadó 15 jul 2019 - 12:27

Una noche de febrero a esas horas, no había apenas circulación por la carretera. Cuando casi habían llegado, Paco escuchó gemidos en los asientos traseros del coche. Preguntó qué estaba ocurriendo y la señora no pudo contestar porque estaba llorando “a mares”. Fue entonces cuando el taxista vio por el retrovisor que el hombre estaba aparentemente muerto, cuando tan solo le quedaban unos 500 metros para llegar a Urgencias.

El personal sanitario ya no pudo hacer nada para salvar la vida del señor. Paco no cobró la carrera. Estaba muy nervioso: “Nunca había visto morir a una persona y mucho menos en mi cogote”. Y remarca la cercanía de los taxistas con sus pasajeros: “Llevas al cliente a dos palmos de tu nuca: lo hueles, lo sientes, lo notas y lo percibes todo”. “Fue una situación muy desagradable que, con el paso del tiempo, la tomas como anécdota pero que es difícil de pasar”, concluye.