Son muchos, aunque a veces no los veamos

En los momentos más oscuros, más cansinos, más amenazadores de la historia, no han dejado de llegar, procedentes de todas las clases y mentalidades, de cualquier tipo de formación

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Son muchos, aunque a veces no los veamos

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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En este Día de Todos los Santos me viene a la memoria una homilía de Joseph Ratzinger en la que decía que, si miramos al mundo quedándonos en la superficie, podría parecer que Dios ha perdido la partida… ¿Quién piensa en Él? ¿Quién le toma en serio? Da la impresión de que ya ha sido excluido de la historia. La fiesta que hoy celebramos nos recuerda, sin embargo, que son muchos los que lo buscan en silencio, los que le pertenecen, y proceden de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur. Aunque a veces no los veamos en medio de la niebla de la actualidad, son muchos, y esa es la victoria de Dios en cada momento de la historia.

Y ante los que menean la cabeza, poco convencidos, el entonces cardenal Ratzinger observaba: “¿quién, en aquel momento en que Jesús era un pequeño predicador ambulante en un ángulo perdido de la tierra, podría imaginar que se sucederían, uno tras otra, esta multitud de testigos? ¿Seremos hoy tan necios de suponer, ante las dificultades que experimentamos, que este río se ha interrumpido ya?

En los momentos más oscuros, más cansinos, más amenazadores de la historia, no han dejado de llegar, procedentes de todas las clases y mentalidades, de cualquier tipo de formación. En esa ocasión Ratzinger mencionaba a Agustín, hombre apasionado y audaz pensador; a reyes como Esteban de Hungría y Luis de Francia; a Rosa de Lima, en la que parecen concentrarse todos los sufrimientos de América del Sur; a Maximiliano Kolbe, el mártir del amor al prójimo…. Cada uno podríamos hacer nuestra lista. En la mía no faltarían la gran Teresa de Jesús, John Henry Newman, o Juan Pablo II.

Contemplando esta nube de testigos podemos pedir al Señor que nos libere del miedo a este tiempo que nos toca vivir, y de la presunción y la seguridad en nosotros mismos. Que nos infunda en el alma la paciencia para el camino que nos resulta a veces tan fatigoso, y la alegría llena de esperanza por su promesa que ya podemos experimentar ya en el camino de su Iglesia.

Visto en ABC

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