Qué tal, Pilar. La Plataforma "Cada vida importa", que reúne a más de cuarenta asociaciones de la sociedad civil, ha convocado una concentración el próximo domingo 28 de noviembre en Madrid para mantener vivo el compromiso de construir la cultura de la vida. Este año se pone el foco en tres cuestiones cruciales: afrontar la nueva ley de la eutanasia, sostener una ayuda y un acompañamiento eficaz para las madres en dificultad, a las que se vende el aborto como solución, y defender el derecho a la objeción de conciencia, acosado desde varias instancias políticas.

Los convocantes de “Cada vida importa” han explicado muy bien que las leyes ni se aprueban ni se derogan en la calle. Sin embargo, los grupos sociales tienen el derecho y la responsabilidad de hacer sus propuestas en el espacio público. La tarea de construir la cultura de la vida no tiene que ver solo, ni principalmente, con una o varias leyes, por injustas y nefastas que sean. Es una tarea que abarca el significado de lo humano, hoy oscurecido por el nihilismo. Tiene una dimensión jurídica y política, pero sobre todo cultural y educativa. Para que renazca una cultura de la vida hace falta un testimonio inteligente y apasionado de que todo ser humano es sagrado e inviolable.

Hace falta también una compañía verdadera para las madres en dificultad y los enfermos terminales, un abrazo que venza la soledad y el temor y que permita entrever un camino humano posible. Y esto no se hace por decreto, ni haciendo discursos correctos. La concentración de la plataforma "Cada vida importa" apunta en esa dirección, y además enriquece una conversación nacional demasiado polarizada y enmohecida.