Una ciencia que no abunda
José Luis Restán reflexiona sobre los mensajes que cada día desdel comienzo de la guerra de Ucrania envia a sus fieles el arzzobispo mayor de Kiev

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Mañana se cumple un año desde aquel terrible día en que los tanques rusos entraron en Ucrania para desatar un guerra cruel, insensata y sacrílega, palabras todas ellas empleadas por el Papa Francisco. Trescientos sesenta y cinco días en ninguno de los cuales ha faltado el video-mensaje del arzobispo Sviatoslav Sevchuck, cabeza de la iglesia greco-católica ucraniana. En el último que he podido escuchar pasa revista a la heroica lucha de su pueblo por la libertad y por la verdad, y afirma un día más “¡Ucrania lucha!, ¡Ucrania reza!”, para que el mundo no olvide. Hace unos meses, el presidente de la Conferencia Episcopal Francesa visitó Kiev y le dijo: “admiro su ciencia para mostrar cómo ser discípulos de Cristo en tiempos de guerra”. Ayer, mientras caían misiles sobre varias ciudades, Sevchuck dedicó una parte sustancial de su mensaje a hablar de la vocación y misión de los matrimonios, algo que puede causar una mueca irónica en los cínicos. Este pastor que, más que a oveja, huele a pólvora y a escombros, permanece en medio de su pueblo, como pide Francisco, y también va delante para recorrer un camino difícil, para que el temor y las bombas no dispersen a la comunidad, para que cada uno de los que le han sido confiados no desespere y siga viviendo de la fe, siga arraigado en la esperanza y, aún más impensable, siga ejerciendo el amor.