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Infatigable buscador de la verdad

Tiempo de lectura:2Actualizado13:57

Cuando algunos medios sacaron a pasear la basura de que Joseph Ratzinger, recién elegido Papa, había tenido simpatías por el nazismo, los primeros que les cerraron la boca fueron algunos exponentes del judaísmo, que rápidamente dejaron claro que llegaba la Sede de Pedro uno de los teólogos que más habían hecho por la comprensión y la amistad entre judíos y cristianos. Un caso concreto de esa amistad fue la relación de Joseph Ratzinger con el rabino Jacob Neusner, de Nueva York. Ratzinger quedó impresionado por la lectura del libro de Neusner “Un rabino habla con Jesús”, hasta el punto de dedicar quince páginas de su primer volumen sobre Jesús de Nazaret a dialogar rigurosa y apasionadamente con él. En su libro, Neusner se introducía como uno más entre los judíos que escuchaban a Jesús, y discutía con él. El nudo crucial que impedía al rabino creer en Jesús (a pesar de la simpatía que le despertaba) era su pretensión de identificarse con Dios. En realidad, ese es el punto crítico de cualquier encuentro verdadero entre judíos y cristianos.

Para Ratzinger, ese coloquio imaginario entre el rabino hebreo y Jesús refleja la dureza de la diferencia entre ambos (judíos y cristianos), pero discurre en un clima de gran amor: el rabino acepta que Jesús es diferente, pero se despide de él sin odio, teniendo presente la fuerza conciliadora del amor dentro de su búsqueda respectiva de la verdad. Ese sería, a su juicio, el modelo para un verdadero diálogo hebreo-cristiano.

Cuando años más tarde Benedicto XVI fue objeto de furibundos ataques, Jacob Neusner salió en su defensa, y como signo de estima profunda quiso reseñar el “Jesús de Nazaret” de su amigo Joseph Ratzinger en el diario Jerusalem Post, reconociéndole como “un auténtico buscador de la verdad”. Curiosamente, es la misma descripción que había realizado de él San Juan Pablo II.



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