La foto de Fernando de Haro: "No la toma en consideración. Víctor no escucha lo que no oye..."

La foto de Fernando de Haro: "No la toma en consideración. Víctor no escucha lo que no oye..."
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Foto tomada en una aldea de los confines de Europa, donde Europa tiene aires de pueblo oriental, donde a huele a sopa con comino, laurel y tomillo, donde huele a paprika y a strudel. Es de noche y el fotógrafo ha retratado la intimidad de una pareja a través de una ventana. El está tumbado en la cama, ella sentada a su lado. El cuarto en el que viven es pequeño y estrecho. Lo han decorado con sofás estampados que hacen de camas. Las paredes pintadas de naranjas. En una de ellas cuelga un bodegón feo. El se llama Víctor y hace tiempo que se quedó ciego. Yace sobre dos cojines. Las manos grandes, el gesto congelado, el pecho y la tripa cubiertos con un chaleco sin mangas. Ella se llama Susana. Falda negra, rebeca parda y un pañuelo en la cabeza que en este momento se arregla y que por eso no se le ven los ojos. Susana levanta unas manos finas y blancas. Susana y Víctor ya han cenado. Y Víctor espera, como todas las noches, que ella le desnude y le ponga el pijama. El ciego no se vale. Víctor, el ciego, escucha como Susana se levanta por las mañanas sin hacer casi ruido, pone los pies en el suelo para calentar el té en la cocina y no le suenan apenas las pisadas. Víctor el ciego escucha como su mujer arregla la casa y como luego se alborotan las cuatro gallinas porque Susana va a cambiarles el agua y a lo lejos se oye el ladrido ronco de un mastín. Susana le deja a Víctor el ciego la televisión encendida, pero Víctor no la escucha por muy alta que se la ponga. Y mira que Víctor tiene el oído fino, pero Víctor escucha los saltos de gorriones, escucha la hierba crecer, escucha a Susana desnudarse o entristecerse. Pero no oye la tele, no le presta atención, no la toma en consideración. Víctor no escucha lo que no oye.



