¿Estamos preparados frente al impacto de asteroides? La misión NEOMIR cazará los que oculta el Sol

La dificultad para predecir eventos como el ocurrido en Cheliábinsk hace 10 años viene de que los asteroides que provienen de la misma zona que el Sol quedan ocultos por su brillo

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¿Estamos preparados frente al impacto de asteroides? La misión NEOMIR cazará los que oculta el Sol

Redacción La Tarde Belén Collado

Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Se acaban de cumplir 10 años del llamado evento de Cheliábinsk, el impacto del asteroide más grande de los que han chocado contra la superficie terreste en un siglo, algo que nadie fue capaz de predecir o detectar a tiempo. El 15 de febrero de 2013 una roca de 20 metros y 13.000 toneladas de peso impactaba contra la atmósfera sobre los Montes Urales, en Rusia, a una velocidad de más de 18 kilómetros por segundo. Aunque relativamente pequeño, el asteroide estallaba a unos 30 kilómetros de altitud, liberando alrededor de medio megatón de energía, lo que equivale a 35 bombas de Hiroshima. Dos minutos más tarde la onda expansiva tocaba suelo dañando miles de edificios y provocando heridas a 1.500 personas.

¿Pero por qué nadie lo pudo prever? La razón que explica la dificultad para predecir estos eventos es que los asteroides que provienen de la misma zona que el Sol quedan ocultos a nuestra vista por su resplandor. Ahí escondidos hay un número indeterminado de meteoritos con trayectorias que desconocemos y que podrían perfectamente dirigirse a La Tierra, por lo que queda algo en duda si estamos verdaderamente preparados ante estos posibles impactos.

"Cuando echamos la vista al cielo por la noche lo que vemos es todo aquello que está en la dirección contraria al Sol", explica Juan Luis Cano, coordinador del sistema de información de NEO (Near Earth Object) de la Agencia Espacial Europea. El investigador indica que hay objetos que tienen órbitas que se internan en la parte más interna del sistema solar, y "cuando regresan de esa parte no los podemos observar porque están en la zona de luz".

Esta dificultad para detectar esos asteroides potencialmente peligrosos ha provocado que la ESA ponga en marcha la misión NEOMIR. Consistirá básicamente en colocar un observatorio a una cierta distancia de La Tierra y con la posibilidad de mirar hacia la zona en la que ahora mismo con telescopios en tierra no es posible observar estos cuerpos celestes. "En el espacio no hay la difusión de luz que hay en la atmósfera y, aunque se mire cerca del Sol, se puede observar el espacio oscuro y ahí detectar esos objetos que pueden venir de la parte interna del sistema solar", apunta Juan Luis Cano. La idea es que haga un barrido a diario de esta zona del cielo que está más cerca del Sol para detectar objetos que estén en movimiento. La tecnología que se quiere utilizar para ello es la infrarroja, tal y como detalla el coordinador de la ESA, porque estos cuerpos son muy efectivos a la hora de transmitir la radiación que reciben del Sol como calor.

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"Llevamos ya 10 años discutiendo con Naciones Unidas cuáles serían los protocolos de actuación en caso de que detectáramos objetos que vengan en dirección a La Tierra", comenta Cano. Ya hace unos años se determinó que si el objeto es menor de 50 metros, se evacuaría la zona donde vaya a impactar, mientras que si fuera de mayor tamaño, se intentaría lanzar una misión espacial para tratar de desviarlo, como ya se vió el pasado año con la misión DART.

"El experimento fue bastante exitoso porque conseguimos cambiar su velocidad más de lo que esperábamos y, sobre todo, demostrar que las tecnologías necesarias para esto, como el guiado o la navegación para impactar a alta velocidad en este tipo de cuerpos, estamos ya en disposición de hacer uso de ellas de una manera efectiva", asegura el coordinador de NEO.

En cuanto a si es más frecuente que el asteroide estalle en la superficie terrestre o cuando entra en contacto con la atmósfera, Juan Luis Cano explica que depende de la composición del objeto. "Cuerpos que tengan una estructura interna muy dura, por ejemplo, como los asteroides de tipo metálico, serían capaces de llegar al suelo y hacer un crater. Sin embargo, en la mayoría de los casos estos cuerpos celestes están formados por rocas que tienen una cohesión interna no demasiado grande, y cuando entran a estas velocidades tan enormes en la atmósfera, la presión dinámica que la propia atmósfera ejerce sobre este objeto, hace que se destruya a una determinada altura". Esto es precisamente lo que sucedió en Cheliábinsk, que se desintegró y fue la onda expansiva lo que se percibió en el suelo.

Aunque no fue detectado, el evento pudo ser seguido y estudiado en detalle gracias a la multitud de cámaras disponibles en los vehículos que circulaban esa mañana hasta distancias de varios cientos de kilómetros del punto de impacto, algo que ha destacado el coordinador de la ESA.

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