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John Allen y Lee Boyd: así eran los temidos "francotiradores de Washington”

Una serie de asesinatos a pie de calle durante buena parte del año 2002, sembró el terror en el Estado de Washington.

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Tiempo de lectura: 1'Actualizado 10:55

 Cuando los dos asesinos dejaron una nota que decía: “sus hijos no están a salvo en ningún lugar y en ningún momento”, no se equivocaban.

La masacre dio comienzo el 16 de febrero, en Tacoma. Los francotiradores se apostaron frente a la vivienda de Isa Nichols. Cuando la puerta se abrió y salió la sobrina de Isa, fue abatida a tiros.

A partir de aquel momento, fueron quince las personas que perdieron la vida a manos del estadounidense de raza negra John Allen, y de su hijo adoptivo, el jamaicano Lee Boyd.

Ambos, en un gesto de hostilidad contra el propio gobierno de los Estados Unidos… de una manera que causara el mayor daño al país por medio del dolor de sus ciudadanos, decidieron actuar de aquella forma tan salvaje, instalando en el maletero del vehículo un fusil M16.

Mientras John conducía, Lee, escondido en la parte de atrás, iba disparando contra víctimas anónimas, dejando a su paso un reguero de sangre y muerte. Detenidos gracias a la colaboración ciudadana, John y Lee se enfrentaron a un juicio mediático, sin mostrar arrepentimiento, y sintiéndose héroes que cumplían una misión.

John Allen fue condenado a morir por inyección letal. Su ajusticiamiento se produjo en la noche del 10 de noviembre de 2009.

Lee Boyd se salvó de la pena de muerte, pero fue condenado a varias cadenas perpetuas. Una pena que cumple en la actualidad en una prisión estatal de Virginia.

Sus últimas frases para The Washington Post fueron: “Yo era un monstruo. Yo era un vampiro. Yo era un ladrón. Robé la vida de las personas. No hay razón o sentido para lo que hice”.

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