Diego Garrocho: "Seguimos reflexionando sobre las enseñanzas de aquel hombre sabio y bueno que murió injustamente"

El profesor de Filosofía reflexiona sobre el paralelismo entre la muerte de Jesús y la de Sócrates. Una mirada filosófica a la injusticia, la multitud y el valor de una vida entregada a la verdad

Diego Garrocho
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Redacción digital

Madrid - Publicado el

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Pues esta pregunta cobra un sentido especial durante Semana Santa. En estos días conmemoramos la pasión, muerte y resurrección de Jesús, pero, desde una mirada estrictamente filosófica, hay un acontecimiento que guarda cierta semejanza con el ajusticiamiento del Nazareno y que demuestra cómo, en demasiadas ocasiones, la multitud enfervorecida puede cometer las mayores atrocidades.

La historia de la filosofía quedó marcada para siempre por el juicio a Sócrates. Conocido como el hombre más justo y más sabio de la Atenas del siglo IV a. C., el maestro de Platón —quien, por cierto, nunca escribió nada y cuya vida se convirtió en mensaje— fue condenado por delitos que nunca había cometido. Sus enemigos lo acusaron de corromper a los jóvenes y de introducir nuevos dioses en la ciudad. El jurado popular fue implacable con aquel hombre bueno: 280 votos contra 221. La conclusión: Sócrates debía morir.

Y aunque tuvo la oportunidad de negociar penas alternativas e incluso de escapar, su profunda convicción y su inocencia le permitieron acoger la muerte con cierta serenidad y sin ningún miedo. Para Sócrates, de hecho, la filosofía era algo parecido a un ejercicio en el morir.

Platón fue testigo de aquel proceso, y hay quien dice que presenciar aquella gran injusticia, perpetrada por el poder de su tiempo y con el beneplácito del pueblo, lo cambió para siempre.

Son memorables las últimas palabras que Sócrates pronunció poco antes de morir, tal y como recoge Platón en su Apología. Sócrates dijo: “Solo os pido una cosa: cuando mis hijos sean mayores, hacedles lo mismo que yo hice con vosotros”.

Y, tras esta última exhortación, se cumplió la sentencia. Sócrates murió y, muchos siglos después, aquí estamos. Seguimos reflexionando sobre las enseñanzas de aquel hombre sabio y bueno que murió injustamente.

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