Diego Garrocho: "Aunque no podamos controlar el futuro, lo que sí podemos es entrenarnos para ser capaces de abordar cualquier contingencia"
El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, reflexiona sobre cómo enfrentamos lo imprevisible, desde emergencias cotidianas hasta las grandes incertidumbres existenciales

Garrocho 30/04
Madrid - Publicado el
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Pues esta pregunta admite muchas aproximaciones. Hay, por ejemplo, una forma política de responderla que tiene que ver con los protocolos de emergencia o con la capacidad para abordar situaciones de excepción. Y hay también perspectivas mucho más personales, que creo que es a lo que te refieres.
Desde ese punto de vista, me temo que a muchos de nosotros el apagón nos pilló desprevenidos. Al menos yo debo confesar que fui de los que pensó que el kit de emergencia era una exageración. Pero, más allá de contingencias, catástrofes naturales o situaciones de emergencia, hay una pregunta todavía más íntima, incluso diría que algo existencial. ¿Está el ser humano provisto de recursos suficientes para enfrentarse a situaciones enteramente desconocidas? ¿Cómo reaccionamos ante esas circunstancias de total incertidumbre?
Y esta pregunta, sí, es mucho más compleja porque atañe cuestiones que escapan incluso a nuestras predicciones. Los sabios de toda índole siempre destacaron por su capacidad predictiva. De hecho, Tales de Mileto, a quien de forma un tanto fabulada le atribuimos el descubrimiento de un teorema geométrico, lo que sí hizo fue predecir un eclipse en el siglo VI a. C. La presencia, es decir, la capacidad de conocer lo que va a suceder, siempre ha sido un anhelo humano, desde los oráculos caldeos hasta los brokers de bolsa.
Sin embargo, la vida está llena de escenarios no solo desconocidos, sino que son imposibles de predecir. Y es que el futuro, creo que por fortuna, no siempre emite señales. De vuelta a Grecia, autores como Aristóteles le concedieron un enorme papel a la tijé, que podríamos traducir como el azar o la fortuna. Incluso Maquiavelo, en el ámbito político, apela a la fortuna como una cuestión clave.
Y, por cierto, en ambos casos, en Aristóteles y en Maquiavelo, la virtud es la condición que mejor nos protege frente a los vaivenes de la fortuna y del azar, porque, aunque no podamos controlar el futuro, lo que sí podemos es entrenarnos para ser capaces de abordar cualquier contingencia.