Diego Garrocho: "Quien más ama y quien más y mejor enseña nunca pierde"
El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, explica que la avaricia no solo es amor desmedido por el dinero, sino también por el tiempo, el afecto y el control

La avaricia no solo es amor desmedido por el dinero, sino también por el tiempo, el afecto y el control
Madrid - Publicado el
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¿En qué consiste la avaricia? Si nos pidieran representarnos la avaricia, uno se la imaginaría vieja, encorbada, contando monedas en la penumbra de un escritorio color caoba. Y pensamos que la avaricia es eso que tienen los demás, los millonarios, los bancos o el señor Burns de los Simpson.
Pero no, la avaricia también somos nosotros o al menos nosotros en ciertos días, en ciertas decisiones y en ciertos miedos que disimulamos solo regular. La avaricia es uno de esos defectos morales más clásicos.
De hecho, Plauto le consagró la comedia de la olla y muchos siglos más tarde, Molière versionaría el clásico con una de las obras más célebres del teatro francés, El avaro. Las mejores definiciones de este vicio, como tantas veces, las hicieron los filósofos.
La avaricia es uno de esos siete pecados capitales y Santo Tomás la definió como un deseo, un amor desordenado por los bienes materiales. Dante castiga a los avaros en el cuarto círculo del infierno, cargando eternamente con pesadas piedras que de algún modo representan todo lo acumulado.
Luego reaparecerán en el purgatorio, esta vez aplastados boca abajo con las manos y los pies atados en recuerdo de su apego a los bienes terrenales. Recordemos incluso que para nuestra tradición filosófica la avaricia no era solo una falta, sino que también era capaz de engendrar nuevos vicios como la mentira, la violencia o el fraude.
La avaricia tiene formas casi patológicas y se nos hace también incomprensible cuando se da en personas que ya tienen mucho, pero también aparece en rasgos más pequeños. El que nunca invita, el que todo lo mide, el que ama la seguridad por encima del regalo, el que vive pidiendo facturas o recordando el "qué hay de lo mío".
Porque el avaro siempre confunde lo suyo con lo justo y lo justo con lo único. Decía Epicuro que "nada es suficiente para quien lo suficiente es poco". Pero la avaricia no tiene solo que ver con la obsesión por la riqueza. Hay otra que es algo más silenciosa que no se refiere al dinero o a los bienes. Hay avaricia de tiempo, de atención y de afecto.
Ese que tantas veces escatimamos y es curioso porque hay cosas que cuanto más se dan, más se ganan. Por ejemplo, en el amor o en el conocimiento, que tienen una naturaleza paradójica. Quien más ama y quien más y mejor enseña nunca pierde, porque el amor y la sabiduría son dos cosas que solo se ganan cuando se dan a otros.



