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Esta generación nuestra, la supuestamente más avanzada, democrática y rica del último siglo, hemos vivido ya dos eventos que han transformado el mundo. El 11-S en Nueva York y la pandemia del coronavirus.

Enseguida actualizamos datos, crisis, quiebras y PCR, pero antes déjame dos minutos para un noticia de esas que podrían hacer cambiar el mundo. Otra vez. Ahora para bien.

Han tenido que pasar 19 años para ver un mínimo atisbo de paz en Afganistán. Si cuaja este acuerdo con el mismísimo diablo habremos asistido a otro momento para la Historia. Se inician conversaciones de paz entre el Gobierno afgano y los talibán. En Qatar, con Estados Unidos a modo de notario.

¿Qué pasa? Pues que viendo a los firmantes no me fío un pelo. O si... ¡Ojalá!.

Insisto, cuesta salirse del carril del minuto a minuto pero podríamos estar ante el inicio de la paz de una guerra que es también nuestra.

He tenido la suerte de viajar tres veces a Afganistán. Incluso volé en aquel helicóptero Cougar unos días antes del desastre. Como no olvidaré jamás la primera impresión al ver a unas mujeres sepultadas bajo un burka por el centro de Kabul.

Me quedo con tres fotos de cada uno de esos viajes. En el primero aterrizamos en mitad de la una calle polvorienta, entre tiendas, niños y boinas verdes españoles tomando posiciones.

En aquella primera base de Qal i Naw, una soldado de la Brilat de Pontevedra, me contó una escena que definió la situación: dos columnas de soldados descargaban material sanitario de un avión a modo cadena humana.

Al terminar, el mulá ordenó desechar la mitad del cargamento porque lo había tocado con sus manos aquella soldado de la Brigada Ligera Aerotransportable. Una mujer había tocado esas cajas.

La segunda foto, el segundo viaje, es la de tres mujeres que se presentaban a las elecciones locales en la provincia de Bagdhis. Estábamos en la base protegidos por los soldados españoles. Esas mujeres nos explicaron sus ideas, sus proyectos... y al acabar sacaron de debajo de las sillas los burkas y salieron escondiendo su dignidad.

No podían arriesgarse a que las reconocieran a cara descubierta.

Y la tercera foto. Partíamos de la nueva base de Qal i Naw con destino a Herat. Entonces, en la despedida, se me acercó Paco, un legionario recién llegado de la posición avanzada de Sang Atesh en medio de la Ruta Lithium. Y me dijo: "Por favor, cuando llegues a España, cuenta la verdad de lo que hacemos aquí. La verdad".

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Y es que aquello, era la guerra. Solo que aquí en España no se contaba.

Diecinueve años después del inicio de la guerra, Qatar ha confirmado que autoridades afganas, talibanes y Estados Unidos ponen en marcha conversaciones de paz. El proceso empezó el pasado 29 de febrero entre EE.UU. y los talibanes para la retirada de las fuerzas internacionales en mayo de 2021. El secretario de Estado, Mike Pompeo, estará presente en este «día histórico».

Por cierto, desde que comenzó la misión en Afganistán en 2002, 100 militares españoles, dos policías, dos guardias civiles y dos intérpretes nacionalizados murieron por aquel infierno. Otro centenar de españoles resultaron heridos. Algunos, para toda la vida.

Si cuaja el alto el fuego entre el supuesto gobierno afgano y las bestias yihadistas, supondrá algo así como pactar el fin de la Edad Media, pero en el siglo XXI.

El mundo cambió con aquella bestialidad contra las Torres Gemelas. Y quién sabe... ¡Ojalá! 19 años después, a lo mejor, se firma la paz entre un gobierno casi imposible y los jefes talibanes.