Esta semana, el día de la Solemnidad de la Epifanía del Señor, el 6 de enero, hemos celebrado el día del Instituto Español de Misiones Extranjeras, el IEME, una institución formada principalmente por sacerdotes diocesanos que en la actualidad tiene 100 misioneros repartidos por África, Asia y Latinoamérica. Uno de ellos de el padre Luis Carlos Rilova.

Hasta la fundación del IEME, los sacerdotes que se marchaban a la misión universal pertenecían todos a ordenes religiosas. Por eso, en el año 1920, el papa Benedicto 15 pidió la creación del Instituto para fomentar las vocaciones entre el clero secular.

Ahora, en Madrid, los sacerdotes diocesanos tienen que pasar un año de preparación antes de poder salir a su destino. Luis Carlos Rilova se ordenó sacerdote en 1996, y no obtuvo el permiso de sus superiores para hacer este curso hasta 2005.

El padre Luis Carlos Rilova tuvo que pasar un total de 10 años como sacerdote en varias parroquias de Burgos hasta que le permitieron en su diócesis marcharse al IEME para cumplir con su deseo de formarse como misionero. Fue finalmente en en 2007, cuando recibió su primer destino: Zimbabue.

15 años después, este misionero burgalés domina esa lengua local, el endebele, y conoce varios subdialectos. Dice que sin ellos es imposible hacerse entender con muchos de sus parroquianos, que apenas conocen el inglés.

Ahora, Luis Carlos se encuentra en Wangue, un territorio con una población muy dispersa. Allí tiene 22 comunidades a su cargo, donde realiza 4 eucaristías a la semana, de modo que no puede repetir iglesia hasta 1 mes y medio después.

La vida en la misión es dura, por eso cada dos años los misioneros vienen a España a reencontrarse con sus familiares y amigos. Solo así pueden volver a sus destinos con las fuerzas suficientes para seguir evangelizando entre tantas necesidades.

La labor de los misioneros como Luis Carlos Rilova es fundamental para su comunidad, donde son en muchas ocasiones la única persona a la que pueden acudir. Por desgracia, cada vez son menos los españoles que sienten la llamada del señor para marcharse a la misión.