
"Cuando algo nos maravilla de verdad, nos conecta con la vida… y con Dios"
Escucha el monólogo de Irene Pozo en 'La Linterna de la Iglesia' de COPE del 13 de junio de 2025
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Qué tal, muy buenas noches.
He de confesar que, para escapar del ruido y las prisas del día a día, me gusta salir a caminar. Hay días en los que uno necesita respirar aire fresco en medio del silencio, y ese caminar sin prisa hace que la mirada se vuelva más atenta a lo que nos rodea. Entonces, somos capaces de ver cosas que normalmente pueden pasarnos desapercibidas… el trinar de los pájaros, un atardecer, un paisaje. Sonidos e imágenes que generan en nosotros una sensación de calma y plenitud, hasta el punto de que parece que el propio silencio nos habla.
La belleza tiene ese poder: no solo se ve, se siente. Y en ella, muchos descubrimos que no estamos solos, que hay algo más grande que nos sostiene y que nos invita a mirar con otros ojos. Redescubrir la belleza es también volver a lo esencial: a dejarse conmover, a abrir el corazón. Porque cuando algo nos maravilla de verdad, nos conecta con la vida… y con Dios.
Algo parecido debió pasarle a Antonio Gaudí, el conocido como "el arquitecto de Dios". Un hombre de fe, gran observador de la naturaleza, a quien le fue encargada la obra de la Sagrada Familia en Barcelona, y al que, por cierto, el papa Francisco declaró venerable hace apenas dos meses. Su obra es un claro ejemplo de esa belleza que eleva el alma y que es capaz de sacarnos de nosotros mismos para ponernos ante lo eterno.
Benedicto XVI lo dijo de forma bellísima cuando visitó Barcelona en 2010 y dedicó la basílica: “Gaudí quiso unir los tres grandes libros que nutrían su espíritu: el de la naturaleza, el de la Sagrada Escritura y el de la liturgia.”
Y lo logró. Vaya si lo logró… Porque uno entra en la Sagrada Familia y lo que siente no es solo una admiración artística: es como si estuviéramos ante un reflejo de lo divino. Y es ahí cuando uno se da cuenta de que Gaudí no construía para el hombre. Construía para Dios. Y por eso su arquitectura no solo impacta, porque conmueve; y no solo impresiona, porque transforma.
Vivió de forma austera, casi monástica. Dedicó los últimos años de su vida por completo a su obra más sagrada. Renunció a comodidades, a reconocimientos, a lo fácil. Porque entendió que la belleza verdadera requiere de sacrificio, y que el arte es un don.
Noventa y nueve años después de su muerte, contemplando su obra, uno se da cuenta de que necesitamos esa belleza que nos habla de Dios… Así que, cuando tengas un momento, te invito a que salgas a caminar. A respirar ese aire fresco que todos necesitamos en medio del silencio. Y a que contemples lo que tienes delante. Mira al cielo, escucha al viento… y deja que Dios te hable. Porque hay cosas que simplemente se reciben… y se agradecen.
Bienvenido a La Linterna de la Iglesia. Recibe un saludo de Irene Pozo en este viernes 13 de junio.