
"Cuando somos capaces de mirar al otro como hermano, puede empezar a abrirse un camino de paz"
Escucha el monólogo de Irene Pozo en 'La Linterna de la Iglesia'
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Qué tal, muy buenas noches. Feliz Navidad. Estos días hemos recordado un hecho que marcó la historia y que no deja de ser la mejor noticia de todos los tiempos, la que atraviesa los siglos y sigue teniendo algo que decir al corazón del hombre de hoy: ha nacido un Niño.
Un hecho histórico, sencillo y también un acontecimiento desbordante, que nos trasciende porque no es solo el recuerdo de algo que ocurrió hace más de dos mil años, es un acontecimiento que sigue ocurriendo y que sigue interpelando.
Porque ese Niño no viene solo a ser contemplado, viene a ser acogido. Y cada vez que la historia se llena de heridas, de violencia, de miedo o de indiferencia, su nacimiento vuelve a preguntarnos qué lugar le hacemos al otro.
Nos interpela hoy porque nos recuerda que Dios eligió ponerse en el lugar de los más pequeños, de los vulnerables, de los que sufren.
Y el sufrimiento humano no puede sernos ajeno. No podemos cerrar los ojos ante la realidad de las guerras que siguen desgarrando el mundo, de los pueblos que viven bajo la violencia, de los hermanos que se ven obligados a migrar en busca de un futuro, pero también está más cerca de lo que pensamos: en la soledad, en la exclusión o en las heridas silenciosas que muchos cargan cada día.
El Papa recordaba en la bendición ‘Urbi et Orbi’ del día de Navidad que no habrá paz verdadera mientras no seamos capaces de ponernos en el lugar de quienes sufren. Y eso es, precisamente, lo que Dios hace en Belén. Se pone en nuestro lugar. Asume la fragilidad humana para enseñarnos el camino de la empatía. Para recordarnos que la paz no empieza en los grandes acuerdos, sino en el corazón del hombre.
La Navidad nos obliga, en cierto modo, a ampliar la mirada. Nos invita a mirar la guerra que golpea al mundo, pero también las pequeñas guerras que libramos dentro de nosotros.
Este Niño que nace viene a desarmarnos por dentro. A enseñarnos que solo cuando somos capaces de mirar al otro como hermano, puede empezar a abrirse un camino de paz.
Este hecho es, ante todo, una noticia de esperanza. Una esperanza que este Año Jubilar nos ha puesto en camino y nos ha recordado que siempre hay una puerta abierta, incluso cuando parece que todo está cerrado. Dejemos que el Niño vuelva a nacer hoy en nosotros. En nuestras decisiones, en nuestra manera de mirar, de escuchar, de perdonar. Porque si le dejamos hacerse presente, si le damos espacio, tiene la capacidad de transformar nuestras vidas y de recordarnos que donde hay amor, siempre puede nacer la paz.



