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Barbosa: "No nos podemos acostumbrar a que la llave de todo la tenga un fugado de la justicia"

El presentador de 'Herrera en COPE' analiza el panorama político en la semana en la que arranca el nuevo curso político

Sergio Barbosa

Sergio Barbosa

Periodista

Tiempo de lectura: 6'Actualizado 10:26

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Si usted está ahora mismo de vacaciones o ya ha estado, no hace falta que yo le cuente que sí, que todo está muy caro y que sí, que por más que todo esté muy caro, por esas playas, esos hoteles y esos restaurantes de Dios, hay más gente que en la guerra.

Y, a partir de ahí que sean los sociólogos y los economistas lo que averigüen si eso es una muestra de que la desigualdad es cada vez mayor entre el que puede darse algún capricho y el que no o si después de la pandemia a la gente le ha dado por vivir aunque sea gastando casi lo que no se tiene.

No sabemos, pero los precios en este puente son casi un 15% más caros y, además, la segunda quincena de agosto se presenta con una ocupación de más del 90% en la costa, y de hasta el 65% en el interior.

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Primera semana del nuevo curso político

El caso es que estamos ya en la primera semana del nuevo curso político y el PSOE lo inicia teniendo ya la confirmación de que hay 7’7 millones de españoles, dispuestos a votar una idea abstracta, casi platónica, de la izquierda, por más que luego la realidad deje mucho que desear.

Y eso es lo que nos ha traído a esta semana decisiva en la que se van a constituir las cortes, con un PSOE y un gobierno en funciones diciendo cosas como esta que ha dicho Nadia Calviño. Eso de que hay una clara mayoría social que ha pedido lo que esta semana seguramente va a pasar con el reparto de la mesa del Congreso es muy cuestionable.

Para empezar hay más de 11 millones de españoles (los que votaron a la derecha constitucional), a los que la izquierda y el nacionalismo parece que quieren ignorar como si fueran el elefante en la habitación.

Y esa mayoría por los pelos que se puede repartir los puestos de la Mesa a su gusto (proponiendo Coalición Canaria incluso que el Congreso lo presida el PNV) no son un proyecto común. Por no ser no son ni progresistas, porque incluyen a las más rancias derechas nacionalistas del País Vasco y Cataluña. A no ser que se entienda como proyecto común evitar que la mitad del país tenga alguna posibilidad de participar de la alternancia política.

Pero ¿por qué se permite el PSOE hablar así y hacer lo que va a hacer (o al menos intentarlo) a partir de esta semana con la Mesa del Congreso, luego la investidura y, si les sale, todo lo que pueda hacer Sánchez en un nuevo mandato? Pues porque este verano han recibido la confirmación, ya total y absoluta, de que hay un sector muy importante del electorado español que vota eslóganes, en lugar de votar gestión.

Y cuando eso pasa, cualquier barrabasada que hayas podido hacer durante la legislatura, estás a tiempo de corregirlo con una campaña efectiva de eslóganes, como lo de meter miedo con la ultraderecha, ayudado por los errores que haya podido cometer la propia derecha.

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Aquí el problema ya no es Sánchez, que se presentó a unas elecciones vendiendo lo contrario de lo que al final hizo. Aquí hay millones de españoles que han votado al Sánchez que ha hecho lo que hecho. Y contra eso poco se puede hacer.

Hay socialistas de Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha que son capaces de contribuir a reeditar un Frankenstein que acabe perdonando la deuda a los separatistas con tal de que no gobierne la derecha. Y en Cataluña hay votantes del PSC, que llegaron a votar a Ciudadanos cuando le vieron las orejas al lobo en 2017, y que ahora, en cambio, no les incomoda votar lo mismo que Esquerra.

Porque en la práctica, ahora mismo en Cataluña, votar al PSC es como votar a Esquerra. De hecho, ha habido separatistas que han votado a Sánchez porque creen que es la mejor opción para cargarse España y los socialistas catalanes están dispuestos a prestar diputados a Esquerra para que tengan grupo parlamentario propio y puedan trincar más pasta de los contribuyentes.

La posición del PP respecto a la investidura

¿Entonces el PP pierde el tiempo tratando de armar un Gobierno en minoría y que Feijóo intente presentarse a la investidura? Pues el PP está haciendo lo que tiene que hacer, que es insistir en que, en un país normal, lo suyo sería que ante la posibilidad de que la llave de todo la tenga un nota que está fugado de la justicia porque cometió un golpe sedicioso y se marchó escondido en un maletero, pues que antes de dar ese espectáculo y someter a nuestra democracia a ese bochorno que PP y PSOE llegaran a algún tipo de acuerdo.

Y eso hay que repetirlo: no es normal y no nos podemos acostumbrar a esta dinámica que no se ve en ningún otro lugar de Europa. A lo mejor lo vemos en Ecuador, si según como sean los resultados electorales de este mes de agosto, el también fugado en Bélgica, Rafael Correa, tiene la llave de la gobernación en ese país.

Pero si eso pasa, seguro que pensaremos “qué chapuza de país, que el que parta el bacalao sea un sujeto que está huido de la justicia y condenado en ausencia por corrupción. Hay que ser república bananera, y tal”. Bueno pues no lo digamos muy alto, porque España está ya jugando esa liga. Y aquí, repito: hay millones de españoles a los que no les importa lo más mínimo. O le dan importancia a otras cosas.

En el PSOE están estos días con el artículo 99 de la Constitución como un niño con un juguete nuevo. Están todo el día recordando que España tiene un sistema parlamentario, en el que no tiene que gobernar obligatoriamente el más votado, si hay un segundo o un tercero que sea capaz de montar el tetris.

Hacerse se puede hacer, pero hubo un PSOE, que fue el que trató de descabalgar a Sánchez en su momento, que entendía todavía que, por el bien común del país, había cosas que aunque se PUDIERA, no se debían hacer. El sanchismo, no el sanchismo es un proyecto político que tiene claro que, si es necesario para gobernar, lo que se puede hacer, se hace y punto. Por más estrambótico que pueda ser.

La importancia de controlar la mesa del Congreso

Pues el jueves, constituir una mesa del Congreso que no sea lo que debería ser: un reflejo de lo votado por los españoles. Es decir, una Mesa que no esté presidida por el PP, aunque los españoles lo convirtieran en la fuerza más votada del país y donde estén sobrerrepresentados los partidos separatistas que no han sido capaces ni de sacar grupo parlamentario propio.

Con esa mesa, el sanchismo controlaría los tiempos parlamentarios en una legislatura que, de ver la luz, será un encaje de bolillos permanente. Pero para eso habrá que saber cómo termina la negociación de cara a la mesa, que la izquierda está llevando con total opacidad. De hecho, Bolaños presumió el otro día de que no se podía dar información a la gente de a pie.

Y una vez que esté lo de la mesa, el PSOE ha dicho que ya se verá lo de la amnistía y la autodeterminación. Ojo, no lo descarta, simplemente son temas que se aplaza. ¿Qué puede pasar? Eso sólo lo sabe Puigdemont, que a diferencia de ERC tiene su propia dinámica interna y que no tiene por qué ser la más lógica. Puigdemont lo único que quiere es volver a Cataluña en plan triunfador y con opciones de volver a ganar unas elecciones catalanas.

Y para eso tiene que o llevar algo muy parecido a la autodeterminación o poder demostrar que Esquerra son los que pactan migajas con Sánchez y que él es el irredento capaz de forzar una repetición electoral y tener a España empantanada.

Si al final esta legislatura no sale adelante porque Puigdemont no quiere, no se preocupen que ya dirá Sánchez en la próxima campaña electoral que se tiene que volver a votar porque él no estuvo dispuesto a aceptar las exigencias de Puigdemont. Ya saben, lo del relato por encima de la realidad.

Y si sale, el PSOE seguramente hará lo de siempre. Lo de la amnistía, si fueron capaces de hacer los indultos, no se puede descartar que le den una vuelta, por más que el propio PSOE dijera en su momento que no es posible.

Y lo de la autodeterminación lo tratarán de posponer ofreciendo más dinero. Ahí, la reforma del modelo de financiación es un clásico que esta vez puede venir acompañado de una condonación de la deuda. Es decir, que todos los españoles paguen el pufo de años y años de políticas identitarias.

Y si eso no fuera suficiente, y hubiera que tontear más en profundidad con la autodeterminación a Conde-Pumpido lo tenemos manejando el Tribunal Constitucional, con sus interpretaciones creativas de lo que dice y no dice la carta magna. Pero el 'no es no' te lleva a Puigdemont. Y Puigdemont te lleva a la desigualdad entre españoles.

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