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Luis del Val: "El grosero de Torra vino a Madrid a desgranar sus melonadas secesionistas y nadie lo impidió"

Este viernes el periodista le dedica 'La imagen del día' al presidente de la Generalidad

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Tiempo de lectura: 2'Actualizado 13:58

La prueba irrefragable de que una ciudad es libre se produce cuando se constata que cualquier grosero, cualquier insultador, puede acudir a esa ciudad, y desgranar un rosario de memeces, sin que nadie se lo impida. El grosero e insultador Quim Torra vino a Madrid a desgranar sus melonadas secesionistas y nadie se lo impidió. 

La mejor prueba para definir que una ciudad está dominada por el totalitarismo es cuando una persona acude a una universidad de esa metrópoli y se le impide hablar por medios violentos, o es insultada por la calle al ser reconocida. Les pueden proporcionar datos sobre Barcelona un puñado de políticos.

He llamado a Quim Torra grosero e insultador, no acogiéndome a la libertad de expresión, sino a los hechos, porque este grosero e insultador nos ha llamado bestias carroñeras. Y otros muchos insultos que me produce pereza reproducir. Lo que sí queda claro es la diferencia entre una ciudad libre como Madrid y una ciudad sometida por esa pandilla de iluminados, que tienen como patronos fundadores contemporáneos a una familia compuesta por ladrones de recursos públicos. 

La mayoría de los tontos contemporáneos confunden la libertad con la debilidad. Y un grosero insultador como Quim Torra, cuando respira el ambiente de libertad en Madrid y comprueba que puede hablar y pasear por la calle sin que nadie le insulte, lo asimila como una manifestación de debilidad. Y se crece. Y redobla sus desafíos. Y como nadie le responde,  empieza a creer que proclamar la República Totalitaria de Cataluña es cuestión de días. O que va a encoger el ánimo a los jueces con las sentencias pendientes sobre quienes, además de insultar, pasaron a cometer delitos de sedición y rebelión. O que, una vez emitidas las sentencias, las va a revocar sacando la gente a la calle.

Mire usted, señor grosero, la gente sale a la calle todos los días: a comprar, a trabajar, a pasear, incluso a manifestarse un día. Pero un día. Manifestarse todos los días es muy difícil. Mire usted, hasta cuando éramos estudiantes resultaba fatigoso y, al tercer día, muchos nos íbamos a los billares. Cuando no eres estudiante y tienes un horario laboral y deberes familiares, no puedes decir todos los días que te vas a la facultad, y de allí a la manifestación, porque el marido o la mujer le pueden recordar a su cónyuge el vencimiento de la hipoteca o que hay que llevar a la niña a un cumpleaños. 

Menos lobos, señor grosero. De la misma manera que, a pesar de la aspiración de Baudelaire, no se puede ser sublime sin interrupción, tampoco se puede ser manifestante de manera ininterrumpida.  Comprendemos que para un grosero insultador como usted el independentismo sea la razón de vivir, sobre todo de vivir de ello, pero la mayoría de la gente se enamora, estudia, sueña, prepara un viaje y cumple con la labor encomendada a cambio de una nómina.

Mire, hasta reunirse todas las tardes a bailar sardanas resultaría cansado y monótono por mucha afición que se tenga. Saque una manifestación lucida a la calle para asegurarse la nómina, pero no se comprometa con mucho más. Aunque sea un profesional de hacer el ridículo, este sería monumental.

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