

"Si algo nos enseñó el siglo XX es que, cuando desde el poder desatas la turbia pasión del antisemitismo, se vuelve muy difícil controlarla"
Jorge Bustos analiza en Herrera en COPE las consecuencias del boicot a la última etapa de La Vuelta y las nuevas propuestas de desplantes a eventos en los que participa España
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Es martes ya, 16 de septiembre y el tiempo hoy va a estar tranquilo en casi todo el país, con el cielo despejado y con mucho sol. De hecho, hay avisos por alerta amarilla, por altas temperaturas en Castilla y León, en Extremadura y en Andalucía. La primera hora de esta mañana puede llover por el este de la península, concretamente por la zona de Tarragona. Y en Canarias siguen las rachas fuertes de viento. Hay un hombre en el mundo que vive con la obsesión de llegar a lo más alto y además lo ha conseguido. Pero en cuanto lo consigue, se obsesiona inmediatamente con llegar más alto todavía. Y eso que nadie ha llegado nunca tan alto como él, ¿eh? El segundo en llegar tan alto fue él mismo y el tercero también. Nuestro hombre tiene 25 años, es sueco, mide 1,81, mira como yo, y lleva una media melenita como de niño pijo, un poco como de fan de taburete. Se llama Armando, Mondo para los amigos. Mondo Duplantis empezó a saltar con pértiga a los 5 años en el jardín de su casa de Luisiana. Sus padres eran atletas los dos, así que junto con la primera leche materna debió de recibir las tres palabras del lema olímpico, Citius, Altius, Fortius, que en latín significa más rápido, más alto, más fuerte. Duplantis se toma tan en serio lo de Altius, más alto, que acaba de volver a batir su propio récord del mundo de salto con pértiga en Tokio. Colocó el listón donde nadie lo había colocado hasta ahora. A una altura de 6 metros y 30 centímetros. Corrió hacia allí muy concentrado, plantó la pértiga y se arqueó en el aire como si fuera de goma y pasó milagrosamente por encima, rozando un poquito el listón con el pecho, pero no se cayó. Mondo Duplantis lo había vuelto a hacer.
Mondo Duplantis. Cuanto más especulamos con las capacidades de la inteligencia artificial, más me gusta el deporte. Más admiro el esfuerzo completamente analógico de los grandes atletas, de los mitos vivientes como Duplantis. Porque el tipo no se conforma. Él sabe que ya es una leyenda del salto con pértiga, del atletismo universal y se ha ganado el derecho a relajarse porque no parece que nadie vaya a saltar próximamente por encima de 630. Bueno, nadie salvo él mismo, porque este hombre alimenta una rivalidad feroz consigo mismo. Por eso creo que Armando Duplantis se parece mucho a Pedro Sánchez. Los dos son grandes competidores. La única diferencia entre ambos es que Duplantis se esfuerza por ponerse el listón cada vez más alto, mientras que Pedro se esfuerza por ponerse el listón cada vez más bajo.
A lo de Duplantis se juega en el aire, a lo de Pedro se juega en el barro. Y cuando todos pensamos que no puede caer más bajo, va Pedro y bate su propio récord de Europa. Si pudiera competir Pedro Sánchez en unas olimpiadas de juego sucio, se convertiría en una leyenda. Nadie lograría bajar el listón más que él. Él ya solo compite consigo mismo, eh, como Duplantis. Quizá algún español abochornado por el ridículo mundial de la Vuelta Ciclista a España esperaba que al día siguiente el presidente de su gobierno hiciera algo, que dijera algo, que introdujera algún matiz de reproche dirigido a los radicales que hirieron a 22 policías. No sé, algo que sonara mínimamente a presidente de un gobierno democrático reunido con sus diputados y sus senadores en el parlamento, sobre todo porque él mismo había tenido una responsabilidad directa en lo sucedido. Pedro Sánchez había expresado por la mañana su apoyo premeditado a unos manifestantes que llevaban toda la carrera queriendo boicotearla. Sabía perfectamente lo que decía y los efectos que eso causaría. Y esos manifestantes se sintieron legitimados para ir con todo por la tarde.
Claro, si tu presidente te jalea y lograron su objetivo, se cargaron la vuelta ciclista con el beneplácito del gobierno y según denuncian los sindicatos policiales, lo hicieron gracias a la vista gorda ordenada por Marlaska para que los agentes no se esforzaran demasiado en reducir y embolsar a los radicales. Claro, nuestro ingenuo españolito que quiere estar informado y por eso se pone la radio y se entera de las consecuencias de todo esto. Se hace algunas preguntas, se entera, por ejemplo, a través de la radio de lo que están diciendo de nosotros en la prensa internacional, de lo que dice de nosotros la Unión Ciclista, eh, que ya pone en duda incluso que debamos albergar futuros eventos deportivos. Se entera también este españolito nuestro de que se puede ser socialdemócrata como la primera ministra danesa y criticar al presidente español que es de su misma familia ideológica. Bueno, misma familia, no hay nadie de esa familia, pero bueno, criticarlo por aplaudir a los gamberros, literalmente, dice la compatriota de Vingegaard. Claro. Y nuestro ingenuo españolito se dice a sí mismo, "Hombre, pues con la que se ha liado, algo dirá ahora el presidente. Al menos que elogie la protesta pacífica, pero que condene la violencia, ¿no? Lo básico por el bien de la imagen de España y todo eso, ¿no?" Este sería el listón moral que fijaría el español medio, ¿no? ¿Y qué hace el presidente del gobierno? Pues coge ese listón y lo tira al suelo.
"¿Por qué? ¿Por qué se expulsó a Rusia tras la invasión de Ucrania y no se expulsa a Israel tras la invasión de Ucrania?" O sea, no contento con seguir escalando el conflicto diplomático contra Israel. Ahora Pedro quiere promover la expulsión de todo atleta israelí de cualquier competición deportiva del mundo, asimilando el caso de Israel al de Rusia, como si se pudiera asimilar una democracia como la israelí, que lo sigue siendo a pesar de Netanyahu, a una dictadura como la de Putin. Y no se da cuenta Sánchez en esa analogía que hace de que está comparando a Ucrania con Hamás o es que en su cabeza tiene la misma legitimidad la resistencia a la invasión de Zelenski que la tiranía de un grupo terrorista que oprime a los propios palestinos y no celebra elecciones. Así que ahí tenemos al campeón mundial del listón bajo, volviendo a batir su marca subterránea, excavando unos centímetros más en el hoyo de la polarización.
Encantado de que el gobierno de Israel lo llame antisemita y mentiroso. Y encantado, sobre todo, de que no se hable del hermano artista que vivía en Moncloa, aunque declaraba vivir en Portugal para pagar menos impuestos, o de la mujer catedrática imputada y gestora de saunas o del fiscal filtrador. Gaza es su tema y no lo va a soltar porque le sirve para desviar la atención, para aglutinar a sus socios, para movilizar a la izquierda y para robar votos a la ultraizquierda. Hay quien dice hoy, incluso en la prensa, que le puede servir esto de Gaza para adelantar elecciones. Eh, lo hará siempre en el momento de máxima tensión. Problema de esta estrategia es que una vez elegido el camino de la radicalización, ahora le exigirán que llegue hasta el final, que rompa toda relación con Israel, que anule todos los contratos, si es que eso se puede hacer.
Y de momento ya le ha ordenado a su chico de los recados en Televisión Española que retire a España del Festival de Eurovisión si al final participa el representante de Israel. Mira, esto a mí no me parece mal. Quizás sea la decisión más piadosa con nuestras posibilidades. Quizá retirarse sea la única manera de quedar mejor que cuando sí participamos. ¿Y cuál es el siguiente paso? ¿Debe retirarse la selección de Luis de la Fuente del próximo mundial si Israel se clasifica? Aplicando la lógica de Pedro. Sí. ¿Y qué hacemos con el 32% de las acciones del Atlético de Madrid que son propiedad de un empresario israelí? ¿Echamos al Atlético de la Liga o boicoteamos al Madrid y al Barça o al Vasconia por jugar la Euroliga de baloncesto en la que se van a enfrentar al Macabi de Tel Aviv? Y este gobierno vería bien ampliar la caza al judío más allá del deporte.
Si según su razonamiento todo israelí es cómplice de un genocidio, hay que impedir dar clase a un profesor israelí en una universidad pública española, por ejemplo. ¿Pintamos estrellas de David en los portales de los 45.000 judíos que viven en España? ¿Rodeamos la embajada? ¿Reventamos las ventanas de sus empresas como en aquella famosa Noche de los Cristales Rotos? Si algo nos enseñó el siglo XX es que cuando desde el poder ejecutivo desatas turbia pasión del antisemitismo, se vuelve muy difícil controlarla. Hubo un tiempo en que el liderazgo político se medía por la capacidad del líder para unir a sus ciudadanos. Hoy ocurre exactamente lo contrario y no solo en España, por cierto. Hoy lo que se le pide a un líder es que divida la sociedad de un solo tajo para a los ciudadanos a elegir bando sin matices. Se nos dice, si no aplaudes el boicot de la Vuelta es que estás a favor de que haya niños desnutridos en Gaza.
Esta es la clase de lógica binaria, maniquea, embrutecedora, que trata de imponernos al gobierno. Este es el nivel rasante al que nos están empujando. Ojalá nos resistamos a esta campaña infame ideada por Moncloa por el interés político de un solo hombre. Ojalá tengamos las piernas y la cabeza de Duplantis para elevar el listón.



