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El síndrome de las supermujeres: cuando la búsqueda de la excelencia en el hombre te puede arruinar la vida

Antoni Bolinches, psicólogo y escritor, reflexiona con Cristina sobre un fenómeno social que puede jugar en contra del género femenino

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Cristina López Schlichting
@crisschlichting

'Fin de Semana' COPE

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 14:12

Hace poco celebramos el 8 de marzo, el Día de la Mujer, y reivindicábamos la necesidad de la igualdad entre hombres y mujeres. Paralelamente vivimos la extensión de un feminismo muy agresivo e intolerante con los hombres, y de una definición de la mujer que tiene consecuencias sociales muy curiosas.

Una de ellas es el efecto psicológico de los hombres que se acaban sintiendo inferiores. El ejemplo lo tenemos en Ainhoa Arteta, que acaba de contraer su cuarto matrimonio y reconoce que hay hombres que, una vez que ella es aplaudida tras su actuación en el teatro, es encumbrada al máximo, y a ellos eso les hace sentirse pequeños, y antes o después ese complejo acaba con la relación. El drama de la mujer que llega alto pero acaba siendo un arma de doble filo.

Antoni Bolinches es psicólogo especialista en Psicología Clínica y Máster en Sexualidad Humana, además de vicepresidente de la Sociedad Catalana de Sexología y ha publicado un libro sobre este asunto. Bolinches ha estado en Fin de Semana con Cristina, donde ha reconocido que el caso de Ainhoa Arteta no le es extraño: “De hecho otras personas famosas, más concretamente mujeres, reconocen problemas semejantes. La tipificación del síndrome la he hecho precisamente por sistematización de 112 casos que he tratado en mi consulta de mujeres con este perfil: entre 40 y 60 años, guapas, inteligentes, maduras, tenían alto nivel de estudios, protagonismo social y económico y, como consecuencia de tantas virtudes, paradójicamente tenían un problema: la dificultad de encontrar hombres adecuados para ellas, pero además en un doble sentido porque la mujer se sigue enamorando admirativamente y cada vez le cuesta más encontrar hombres admirables, pero por el sexismo residual que todavía predomina, el hombre quiere ser admirado, no el admirador, por tanto la mujer admirable encuentra pocos hombres admirables, pero los hombres admirables prefieren seguir siendo admirables y no admiradores, y esa es la paradoja que me ha permitido tipificar el síndrome”.

Muchas de ellas se conforman con el kilo de 900 gramos y otras intentan ser autosuficientes”, relata el psicólogo, que añade que, “por otro lado, es la mejor manera, paradójicamente, de generar situaciones que favorezcan enamoramientos simétricos, por eso dentro del perfil de las supermujeres, dentro de cómo gestionan la dificultad, he tipificado cuatro subgrupos”.

Antoni detalla lo que cree que ha ocurrido en los últimos 50 años: “La mujer ha hecho una revolución, a veces ruidosa, pero lo más importante es la silenciosa, la de las mujeres que han aceptado que no tienen por qué estar en inferioridad o subordinación respecto al hombre. ¿Y qué ha ocurrido en tres generaciones? Que se han igualado y han superado al hombre en casi todos los ámbitos, y lo único que queda del hombre superior a la mujer es la fuerza bruta, pero como ésta no es motivo suficiente sino todo lo contrario del enamoramiento, lo dificulta, así que está claro que los hombres desposeídos de su preeminencia con respecto a la mujer, aunque lo acepten intelectualmente, emocionalmente están descolocados, porque antes había un modelo que era injusto, pero era claro. Hombre dominante, mujer subordinada. ¿Qué le pasa a la mujer admirable? Que residualmente ella misma mantiene el modelo de enamoramiento admirativo porque es algo que está, de alguna manera, fijado filogenéticamente. Es medio millón de años de modelo sexista, y la revolución sexista apenas ha explotado en 50 años en magnitud suficiente, y eso requiere, si lo hacemos bien, cuatro o cinco generaciones más para conseguir un modelo de relaciones más simétrico”.

Bolinche explica por qué hay facilidad para que un empresario tenga una mujer con menos éxito y viceversa esté menos aceptado: “Por el prejuicio de la inercia sexista que, curiosamente, todavía tiene una vigencia social que hace que, cuando el hombre es el que exhibe su excelencia, los hombres le feliciten por tener una mujer más joven y guapa. Y las mujeres también feliciten a la mujer por tener un hombre mayor y más sabio. ¿Qué ocurre al contrario? Mujeres con solo cinco años más que su pareja reciben un refuerzo social negativo, sus propias cercanas le dicen ‘¿no ves que te dejará por una más joven?’, y los hombres le dicen al amigo, ‘¿por qué vas con esta vieja?’, el sexismo es inmisericorde. Si al hombre le están castigando los propios hombres y a la mujer le están incardinando dudas las propias mujeres, esas parejas tienen un estrés que pueden no superarlo. Por eso los hombres estamos, como colectivo, desorientados y las mujeres decepcionadas, porque están pagando su esfuerzo por el proceso de igualación y más enriquecedor y resulta que las mujeres, una vez más, se siguen perjudicando de la diferencia”.

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Las cuatro variantes de supermujer que ha encontrado el autor son: “La ‘conformada’ (se siente realizada profesional y personalmente, acepta la realidad y acepta a un hombre que, sin ser el kilo, son 900 gramos); la ‘autosuficiente’ (a la que mejor le va en el amor por ser así, está bien sola y está bien acompañada, a veces tiene pareja y a veces no pero está bien, y como menos necesita es más fácil que encuentre); la ‘reactiva’ (es consciente del problema que tiene pero en lugar de gestionarlo bien se lamenta y paga en soledad emocional su evolución personal y cae en la trampa de buscar compulsivamente, se acaba perjudicando a sí misma); y finalmente está la ‘facilitadora’ (hace una extrapolación y considera que, como disfruta de la excelencia, considera que su pareja también debe ser excelente e intenta facilitar la excelencia de la pareja y lo hace tan bien que el hombre se ve orientado a un nivel de esfuerzo que a lo mejor no deseaba)”.

No olvidemos que una de las fantasías de la mujer es que puede cambiar al hombre, y eso es falso: a los hombres solo los pueden cambiar ellos mismos, las mujeres pueden facilitarlo con una actitud proactiva y constructiva. Más que quejarnos de cómo son los otros, hemos de invertir la energía en mejorarnos nosotros, el arte de enamorar es el arte de mejorar. Eso es cierto para el hombre desorientado, pero por desgracia no es tan cierto para la supermujer porque su propia excelencia, en lugar de optimizar sus posibilidades, de momento las limita”, finaliza.

Antoni Bolinche es autor de ‘El síndrome de las supermujeres’ (AMAT Editorial).

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