En las orquestas musicales, el orden y la disciplina son fundamentales. Para que la melodía cobre vida, los instrumentos de viento, de cuerda y de percusión bailan al son de las órdenes que marca el director de orquesta, la principal autoridad sobre el escenario… Con su batuta dirige a los músicos, las entradas y salidas, la intensidad de las notas, la velocidad… y en el escalafón, justo por detrás del director, está el concertino o primer violín.

Para los legos en la materia, el concertino es el encargado de hacer los solos del violín o, por ejemplo, de dirigir la afinación instrumental antes de que el director de orquesta haga su entrada en el escenario.

Es, por tanto, un rol importante. Lo sabe bien Cristina. Tiene 18 años y es el primer violín de la Orquesta La Música del reciclaje.

Cristina toca el violín desde hace 7 años. El instrumento que utiliza está hecho enteramente de material reciclado. Ella es gitana. Y mientras que a su edad muchas chicas ya están comprometidas o casadas, desde que la Orquesta ‘La Música del Reciclaje’ entró en su vida, Cristina solo tiene ojos y oídos para la música.

La joven se crio en el barrio de La Celsa, un poblado chabolista de Madrid. “Vivía en un barrio que era pobre, había veces que se iba la luz y el agua, pero estaba contenta porque era una niña y estaba con mi familia. Era muy feliz”. Los gitanos tienen costumbres que pueden chocar a los ajenos a la etnia: “de la mujer se espera que tenga una familia, que se case, que tenga hijos… que sea la que protege a la familia desde bien pequeñas”.

De hecho, explicaba Cristina, “está visto que se casen las jóvenes a partir de los 16 o 17 años”. “No quiero casarme de momento o tener novio. Quiero disfrutar de mi juventud” expresaba rotundamente en los micrófonos de Fin de Semana.