Ingeborg ha bajado a las calles de Madrid para encontrarse con el destrozo de Arturo Soria: “Del covid ya no quiero oír hablar, estamos hartos. Os quiero hablar de ver el destrozo de Arturo Soria por la nieve, cómo se ha quedado, pobres árboles, mutilados...". Ella lo recuerda de otra manera, una de las calles más arboladas de Madrid: “Árboles antiquísimos que han muerto, una pena. La calle más afectada. Pensaba en ella porque me acuerdo mucho en los 60 cuando los veranos eran muy calurosos, venía yo de Alemania y se notaba mucho la diferencia".

Cuando ella era joven, la calle Arturo Soria estaba viva: “Era una zona de recreo a la que le tengo mucho cariño. La gente, con el calor que hacía, la tomaba como un respiro. Había menos coches. Se pasaba ahí el fin de semana, había sesión de baile por las tardes, iban los novios. Tenía especial cariño a esta zona porque abrieron las primeras piscinas, una zona verde. Además había orquestas en directo, y la gente joven sin dinero no hacíamos guateques pero sí reuniones en los garajes".

Recuerda esos momentos de cuando llegó a España: “Vine muy joven y antes de llegar aquí no había ido a muchas fiestas. En eso soy más española que alemana. Se bailaba aquí música latina, mucha, muy agarrados. Pasodobles, que yo sabí, tangos, ritmos latinos, de todo. Yo bailaba de todo. Ahora no se sabe bailar, se mueven en el sitio y más bien parece una sesión de deporte de gimnasia rítmica, es una pena. Y se vestían más elegantes, nos arreglábamos mucho, la parte de arriba muy entallada” ha comentado la madre de Cristina.

Aunque ha sentenciado: “No vamos a llorar ahora a los árboles cuando hay tanta gente muriendo, pero me afectó mucho ver tanto destrozo. Plantaremos árboles jovencitos".