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El obispo que fue testigo de la destrucción de la Iglesia bajo el terror de los Jemeres Rojos en Camboya

Este mismo obispo, ha sido también protagonista en su reconstrucción

El obispo que fue testigo de la destrucción de la Iglesia bajo el terror de los Jemeres Rojos en Camboya

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 13:40

Yves Ramousse nació en 1928 e ingresó en el seminario de las Misiones Extranjeras de París. Tras ser ordenado sacerdote partió a Camboya en 1957, y con 35 años fue nombrado vicario apostólico de Phnom Penh. Participó en varias sesiones del Concilio Vaticano II. De vuelta en Camboya, impulsó el uso del idioma camboyano en la liturgia, la traducción de la Biblia y un seminario para las vocaciones nativas.

En 1975, cuando los Jemeres Rojos estaban a las puertas de la capital, Mons. Ramousse ordenó obispo a un camboyano, Joseph Chmar, para que guiase a la pequeña comunidad católica. Posteriormente sería asesinado. Pocas semanas después, todos los extranjeros fueron expulsados. Mientras se producía en Camboya uno de los más terribles genocidios de la historia, Mons. Ramousse se ocupó de los refugiados camboyanos que huían de la opresión del régimen y colaboró en las iniciativas para rescatar a cerca de dos mil balseros provenientes de Camboya y Vietnam.

Cuando cayó Pol Pot en 1989 y terminó la guerra civil, el obispo regresó a Camboya con un comité de ayuda, y se dedicó con paciencia a reconstruir las relaciones dentro de la comunidad cristiana, cuyos fieles habían sido dispersados ​​o asesinados. Ramousse asumió de nuevo la guía del vicariato apostólico de Phnom Penh, y consiguió que en 1994 Camboya estableciera relaciones diplomáticas con la Santa Sede y que la Iglesia Católica fuese reconocida como una realidad religiosa y no como una ONG, como hasta ese momento.

Sus esfuerzos se concentraron principalmente en fomentar un clero diocesano indígena, tarea que a partir de 2001 asumió también su sucesor. Mons. Ramousse permaneció en Camboya hasta 2013 y ha muerto hace pocos días a los 93 años. La revista “Iglesias de Asia” concluye su memoria con estas palabras: "su paciencia, su visión, su perspicacia, su valor, su resistencia y sus sacrificios permitieron que la Iglesia de Camboya renaciera de sus cenizas en los años 90. Los jóvenes bautizados no lo conocen, pero si hoy están felices de seguir a Cristo, es en gran parte gracias a Mons. Ramousse".

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