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Nóos, un martirio familiar e institucional con final descontado

La Familia Real española posa en el Palacio de Marivent, Mallorca.

La Familia Real española posa en el Palacio de Marivent, Mallorca.EFE

Carmen Labayen
@carmenlabayen

Jefa de Sociedad, Nuevas Tecnologías y Casa Real en COPE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 18 jun 2018

Pese a las medidas adoptadas tanto en la última etapa del Rey Juan Carlos como tras la proclamación de Felipe VI, el impacto del caso Nóos para la corona es innegable. Ha supuesto desde su estallido y hasta su sentencia definitiva toda una carrera de la jefatura del Estado y su entorno por tratar de minimizar sus graves consecuencias institucionales.

El Caso Noos ha supuesto continuos quebraderos de cabeza familiar y profesional para la Casa del Rey. Tantos que contribuyeron a acelerar el relevo en el trono.

Siete años después, Zarzuela ha logrado el objetivo de ver reducido al máximo el impacto negativo de un caso con final anunciado: el ingreso de Urdangarin en prisión. 

Pero conseguir apartarse del martirio que el Caso Noos suponía para la Institución, en palabras del anterior jefe de la Casa del Rey Rafael Spottorno, pasaba para la corona por un alejamiento no solo profesional sino también familiar e incluso personal con la Infanta y su marido.

Ha llevado aparejado ver sentada en el banquillo de los acusados por primera vez en la historia a una Infanta de España y extender la sombra de la corrupción del terreno político a la institución monárquica en un país lastrado por años de crisis económica cuando explota en 2011 para el público.

Hacía años que Zarzuela había tratado de reconducir sin éxito a Urdangarín y dos que comenzó a poner distancia. Algo que se tradujo en la marcha de la familia Urdangarín a Washington. Pero ya era tarde.

Zarzuela había tratado de reconducir sin éxito a Urdangarín

El golpe que para el prestigio y la credibilidad de la corona suponían cada uno de los detalles que se conocían casi a diario sobre la implicación de Iñaki Urdangarín y del entramado para desviar fondos públicos en su propio beneficio eran evidentes para una opinión pública indignada especialmente tras salir a la luz los venenosos correos y documentación en manos de su ex socio Diego Torres, la misma que Urdangarín olvidó en el supuesto instituto sin ánimo de lucro con el que facturaron cifras millonarias en pocos años.

Un escándalo sin precedentes que fue un elemento decisivo, aunque no el único, para la abdicación del Rey Juan Carlos consciente de que en la Jefatura del Estado estaba en juego el futuro de la institución. Y con retrospectiva fue un acierto.

Felipe VI dejó claro desde el minuto uno que no haría ninguna concesión. El Rey y su hermana no han sido vistos juntos en ningún acto público en lo que llevamos de reinado aunque sí hayan coincidido en privado en actos familiares o sociales privados y en contadas ocasiones.

La Infanta Cristina no asistió a su proclamación en junio de 2014 y tampoco ha habido gesto alguno tras su absolución hace ahora algo más de un año. Ni siquiera en enero fueron incluidos en la celebración familiar en Zarzuela con motivo del 80 cumpleaños del Rey Juan Carlos.

Decisiones difíciles pero necesarias que llegaron al momento de máxima tensión en junio de 2015, en el primer aniversario de reinado, cuando Felipe VI decide retirarle el Ducado de Palma que le dió su padre cuando se casó con Iñaki Urdangarín en 1997.

Una iniciativa que disgustó a su hermana que trató sin éxito pese al revuelo inicial de hacerla pasar por suya. Todo sin renunciar  a sus derechos dinásticos, algo que, a diferencia del título nobiliario, solo ella puede hacer.

Son todo medidas que han supuesto una mejora de la imagen de la Corona ante la opinión pública que también ha valorado el respeto por las decisiones judiciales por parte de Zarzuela que en el pasado y con el Rey Juan Carlos en el trono había mostrado su sorpresa tras la primera imputación de la Infanta Cristina en abril de 2013.

Dos veces hemos visto sentada en el banquillo de los acusados a la hija y hermana de Rey, la primera vez el 8 de febrero de 2014 marcó un antes y un después.

Es cierto que su padre ya la había apartado tanto a ella como a su marido de la representación oficial de la corona a finales de 2011 y que Zarzuela había tachado de no ejemplar a Iñaki Urdangarín. El propio Rey Juan Carlos señaló, días antes de la imputación de su yerno, que 'la justicia es igual para todos'. Su hija llevaba por entonces más de dos años viviendo en Washington con su familia, pero el alejamiento familiar ha sido bastante más drástico con su hijo en el trono.

Ni la distancia institucional ni las medidas de transparencia puestas en marcha por Zarzuela lograban mejorar la popularidad de la corona cuando en 2012 estalla un nuevo escándalo tras la caída del Rey Juan Carlos en Botsuana.

Como su padre en febrero de 2014, también  Felipe VI ha visto como Rey sentarse a su hermana en el banquillo en marzo de 2016. La expectación, de nuevo es grande, sí, pero el clima ya es distinto. Ha logrado poner los cortafuegos suficientes para proteger a la institución ya antes incluso de su proclamación pero, sobre todo después, dejando claro que antes que hermano o cuñado es jefe de Estado.

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