El Gobierno de Colombia y las FARC han llegado a un acuerdo bilateral y definitivo. Después se entregarán las armas. Todo quedará cerrado en un acuerdo suscrito en La Habana entre José Manuel Santos y Timoleón Jiménez. Junto a ellos estarán Raúl Castro, Nicolás Maduro, Michelle Bachelet, Ban Ki-Mon, los cancilleres de Noruega, El Salvador y República Dominicana, representantes de la UE y de Estados Unidos.Si difícil ha sido llegar hasta aquí, lo que le aguarda a Colombia a partir de ahora, no lo será menos. Hay que aquilatar las condiciones del acuerdo, garantizar los derechos de los defensores de los derechos humanos, movimientos sociales y políticos, así como perseguir las acciones criminales que atenten contra los acuerdos.Los integrantes de las FARC deben cruzar el océano que separa el terrorismo de la vida civil. Y este proceso, complejo de por sí, debe materializarse en un país en el que no todos ven con buenos ojos el acuerdo. Los seguidores del expresidente Uribe se han apresurado a denunciar la falacia del proceso y a augurar un futuro sombrío.Colombia no alcanzará la paz automáticamente tras la firma del Acuerdo, pero sí habrá iniciado entonces el camino hacia el final del conflicto. Los acuerdos para la reparación y justicia de las víctimas, para regular la participación en política o sobre drogas ilícitas ya están cerrados. Falta refrendar el acuerdo final. Y es de esperar que llegados a este punto a nadie se le ocurra dinamitar lo alcanzado.