Este domingo, durante la celebración del Aberri Eguna, el PNV también ha apostado por la independencia. Urkullu lo ha hecho de un modo más sutil que Artur Mas. Ha rechazado una declaración de secesión unilateral pero ha reclamado un Estado propio, incluyendo Navarra. Ha hablado de una solución confederal. Estamos sin duda ante otra apuesta por la fragmentación de España. El PNV se lanza a revindicar la independencia, petición que tenía aparcada, porque teme que Bildu se convierta en la primera fuerza en el País Vasco. Es ese temor el que ha provocado que los nacionalistas supuestamente moderados acojan con interés los continuos comunicados de ETA  y que el pasado mes de enero se manifestaran en favor de los presos de la banda terrorista. La respuesta a corto plazo debe ser la misma que en Cataluña: aplicación rigurosa del Estado de Derecho y pedagogía para explicar las consecuencias de la secesión. A largo plazo la actitud de los gobiernos vasco y catalán requiere un gran pacto del PP y del PSOE para renovar las referencias constitucionales. Sólo un gran acuerdo de las dos grandes fuerzas políticas nacionales puede responder eficazmente a esta situación.