Niños con altas capacidades: entre el don y el desafío

El psicólogo Javier De Haro ofrece pautas para detectarlo y trabajar con los pequeños en su día a día 

Un aula educativa
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Maite Fernández

Niños con Altas Capacidades: Entre el Don y el Desafío

Maite Fernández

Murcia - Publicado el

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Cuando pensamos en niños con altas capacidades, a menudo nos viene a la mente la imagen de un pequeño genio, enfrascado en libros o resolviendo problemas complejos sin apenas esfuerzo. Sin embargo, la realidad es mucho más profunda, más emocional y más humana. Como explica Javier De Haro, psicólogo infantil, educador y responsable del proyecto "Te Ayuda a Educar", “tener altas capacidades no es ni una bendición absoluta ni una condena: es simplemente una característica del niño, y lo importante es cómo la acompañamos".

Las altas capacidades no son solo sinónimo de un cociente intelectual elevado. Incluyen también una sensibilidad emocional fuera de lo común, una necesidad de estimulación constante y una intensidad que puede traducirse en frustraciones frecuentes. Son niños que pueden aprender muy rápido, pero que también sienten mucho más de lo que solemos pensar.

“Muchos padres se dan cuenta en la etapa de infantil, cuando sus hijos aprenden a hablar muy pronto o muestran una curiosidad incansable”, cuenta De Haro. “Pero también notan que estos niños son muy intensos emocionalmente, que tienen un fuerte sentido de la justicia y que a veces no encajan en las dinámicas del aula.”

 ¿Cómo se detectan?  

Detectar las altas capacidades requiere una combinación de observación y evaluación. Aunque existen pruebas psicométricas, sobre todo a partir de los 6 años, también es fundamental escuchar a las familias y a los docentes, y observar el comportamiento del niño desde una mirada empática y abierta.

A veces, estos niños pueden parecer distraídos, desorganizados o incluso conflictivos. Pero muchas veces lo que ocurre es que no están suficientemente motivados, o que sus necesidades emocionales no están siendo atendidas.

Una de las grandes trampas de las altas capacidades es pensar que estos niños “lo tienen todo hecho”. Nada más lejos de la realidad. Cuando no se detectan ni se acompañan a tiempo, pueden aparecer etiquetas equivocadas, como TDAH, desmotivación o incluso fracaso escolar.

“He visto alumnos con altas capacidades que suspendían asignaturas simplemente porque no encontraban sentido a lo que hacían”, advierte Javier De Haro. “Lo devoran todo cuando les interesa, pero cuando no se sienten retados, pierden la motivación.”

El psicólogo y educador Javier De Haro

El psicólogo y educador Javier De Haro

Además, muchos pueden tener dificultades para encajar socialmente, o sentir que son “demasiado diferentes”. Por eso, trabajar la autoestima, la gestión emocional y las habilidades sociales es tan importante como ofrecer un reto académico a su altura.

El objetivo no es darles más tareas, sino tareas diferentes, adaptadas a sus intereses y capacidades. A veces, el enriquecimiento puede pasar por proponerles que ayuden a otros compañeros, por integrar proyectos creativos o incluso por fomentar espacios de debate donde puedan expresar su pensamiento crítico.

Y también es clave que ellos mismos entiendan quiénes son y cómo funcionan. Saber que tienen ciertos puntos fuertes (y otros a trabajar) les da seguridad y les ayuda a gestionar mejor sus emociones.

“No se trata de decirles que son más inteligentes que los demás, sino de enseñarles que todos, sin excepción, tenemos fortalezas y aspectos que mejorar.”  

La clave está en detectar a tiempo y acompañar bien. Para eso, el papel de psicólogos, docentes y familias es fundamental. Un trabajo coordinado permite que el niño crezca feliz, motivado y con herramientas para desenvolverse en el mundo.

Observar y escuchar: La curiosidad extrema, la sensibilidad o el aburrimiento en clase pueden ser señales.

Evitar etiquetas erróneas: No todos los niños inquietos tienen TDAH, y no todos los que sacan malas notas son vagos.

Fomentar la autoestima: Acompañar sus emociones es tan importante como estimular su intelecto.

Buscar apoyo profesional: Una evaluación completa y un plan educativo adaptado marcan la diferencia.

No tener miedo al diagnóstico: Saber lo que hay permite actuar mejor, no significa sobrecargar al niño.

Conocer, comprender y acompañar: tres claves para que estos niños tan intensos, creativos y sensibles, encuentren su lugar y brillen con su propia luz.

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